Mientras exploro en mi consulta a niños/as y adolescentes les pregunto qué deporte practican o con cuáles disfrutan más. Invariablemente, el fútbol es el rey. Si les solicito por su equipo preferido por supuesto que el Barça se lleva la palma. Pocos responden que el Espanyol.
Yo no soy futbolero; me aburre y no me interesa. Hubo una época, en mi juventud y antes de fallecer mi padre, en la que iba a la "bombonera" de Sarriá. Aprovechaba su carné- él no iba nunca- para quedar con unos amigos médicos y matar el rato un par de horas el domingo por la tarde.
Desde siempre el Barça ha sido el hermano rico "y más que un club" y el Espanyol el pobre. Vale la pena recordar la historia en sus inicios. Luego, la política y los intereses lo tergiversaron todo. Ya durante la fundación de ambos hubo divergencias políticas -eran otros tiempos- e incluso cierta animadversión al extranjero. Transcribo textualmente la información proporcionada por Wikipedia respecto a la creación de ambos clubs:
"El Fútbol Club Barcelona fue fundado el 29 de noviembre de 1899 por un grupo de doce aficionados al fútbol, convocados por el suizo Hans Gamper mediante un anuncio publicado en
Visto así, ¿cuál parece "más catalán"?. Los colores del uniforme del Barça son los mismos que los del FC Basilea escogidos por Hans Gamper.
Los catalanes, aparte de ensalzarnos nuestras virtudes y mirarnos bastante el ombligo, a veces actuamos como verdaderos catetos macarrónicos. A mí, como catalán, me gustaría que hubiera muchos equipos de fútbol en primera división de nuestra tierra (Barça, Espanyol, Lleida, Girona, Nástic, Sabadell, Terrassa, etc., y demostrar nuestro potencial como ocurre con una comunidad autónoma del centro geográfico de la península. Tiene varios equipos en 1ª aunque vayan variando. El deporte y la sana rivalidad es bueno. Añadirle política o tergiversaciones, no.
Como no me gusta el fútbol -te lo dan hasta en la sopa- me voy a ver las carreras de motos GP. Soy fan de Valentino Rossi; es el mejor; simpático, divertido y nada endiosado. Un crack, vamos. Por eso le llaman "il dottore".
¡Cómo me gustaría que mis jóvenes pacientes, padres, abuelos y familiares hicieran sus comentarios sobre lo que he escrito!