El Profesor Emérito de Pediatría Manuel Cruz de Barcelona expuso en la Sesión Necrológica del día 2 de noviembre en la Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya un breve apunte de la vida de un hombre extraordinario
JOSEP CAMPISTOL Y VILA (Girona 7.12.1922- 12.12.2009)
No es tarea fácil resumir la rica trayectoria vital del doctor Josep Campistol y Vila, académico correspondiente, pediatra ilustre y amigo. Su curriculum muestra ciertamente una vida digna de ser explicada.
Como hombre ofreció una personalidad cordial y intransigente, crítica a veces y revisada, cuando fue necesario. Así escribió: “ a poco poco de acabada la guerra nos apuntamos, como la mayoría, al “Frente de Juventudes”. Habíamos sufrido muchas privaciones y nos habían asesinado a un tío hermano de la madre, de La Bisbal, el tío José. Era muy buena persona y nos quería mucho. Y naturalmente la familia estaba de la parte de los ganadores....pero nos nos fuimos deshinchando del primer fervor y antes de dos años ya lo habíamos dejado correr”.
Como pediatra eficiente, es un buen reflejo de la evolución de nuestra ciencia y de la asistencia del niño, especialmente durante la segunda mitad del Siglo XX, asumiendo tanto la progresiva especialización como la consideración global del niño y la importancia de su salud en el futuro del ser humano, siempre un superviviente de su infancia.
Y mi afirmación inicial no es un sentimiento nacido de nuestra amistad, sino compartido por numerosos colegas. Al poco de su traspaso, en su Girona natal, a los 87 años, me comunicaba Joaquim Ramis, presidente de la Sección de Jubilados del Colegio oficial de Médicos : “ recuerdo con mucho de afecto a Josep Campistol. Era un asistente asiduo a las reuniones de la Sociedad Catalana de Pediatría. Su inquietud, su rigor y dedicación a la pediatría fueron ejemplares. Siempre estaba dispuesto a organizar alguna actividad”.
En efecto, predicaba con el ejemplo la vieja advertencia que la medicina es un estudio que abarca toda la vida y que demanda una actualización continúa. Así, cada jueves asistía a las sesiones clinica, alternando en una larga época, las del servicio de Pediatría del Clìnic con las del hospital Universitario de Montpellier y en un periodo breve con Sant Pau de Barcelona. Todos admiraban su constancia y cómo usaba el mejor método para prestar atención: la toma de apuntes o notas. En las reuniones científicas, sus intervenciones eran actuales, ponderadas y útiles, aportando el criterio de la reciente información bibliográfica, de la experiencia larga y de la asistencia ambulatoria.
Por otro lado, su devoción por la escuela pediátrica de Montpellier era compartida conmigo mismo, que había encontrado en Jean Chaptal mi segundo maestro, mientras él llegaría a ser discípulo, colaborador y amigo de su sucesor Roger Jean.
No sólo compartimos maestros, sino también discípulos, como Josep Cornellá, iniciado en la Escuela Profesional de Pediatría de la Universitat de Barcelona y a quién orientó a la clínica pediátrica, además de organizar juntos el Tercer Congreso de la Sociedad Española de Medicina del Adolescente (1992) y en el año siguiente la Tercera Reunión de la Sociedad Europea de invesigación en pediatría ambulatoria.
Culminaba así de alguna manera su brillante carrera, iniciada como alumno interno en el Clínico (1943), licenciado en Medicina a la Facultad Medicina (1947) y médico interno de pediatría, hasta 1950, para continuar como Puericultor del Estado (1949), doctor en Medicina (1950) y una actividad asistencial incansable, en la Seguridad Social, además de su prestigiosa consulta privada.
Recibió algunas distinciones, aunque no tantas cómo habría merecido, como vocal de la Junta directiva de la Sociedad catalana de pediatría, miembro de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña y Baleares, miembro de Honor de la Sociedad Española de Pediatría extrahospitalaria y de atención primaria y de académico correspondiente de esta Real Institución.
No lo perjudicó vivir mucho. Casi hasta el último día comprobé, en nuestra correspondencia postal, sus preocupaciones referentes al niño y la salud infantil. Pero los afanes del doctor Josep Campistol fueron más lejos, como corresponde a su talante humanista. Conoció como pocos toda su Cataluña del alma, pero también buena parte de España y varios países. En algún viaje, como en el Congreso internacional de pediatría de Viena (1971), comprobé que no era un turista mas sino un verdadero viajero, interesado por la cultura y características de cada lugar y de su gente.
El mismo recuerdan los afortunados miembros, alguno de esta Academia, de la agrupación cultural de los “Romanins” (1977) que él me describía como grupo heterogéneo, disciplinado y simpático o bien los participantes a las reuniones de la Sección de Jubilados del Colegio de Médicos. De acuerdo con su orientación, su trabajo de ingreso a la Real Academia de Medicina de Cataluña versó sobre “Cómo pueden los médicos ocupar el tiempo durante su jubilación”.
Si todo esto es importante, tengo que destacar todavía más su tenacidad docente : junto a las familias, aprovechando la práctica asistencial diaria, en las sociedades cientifiques y en la Universitat Autònoma de Barcelona, donde fue profesor asociado de pediatría en la etapa de Agusti Pérez Soler.
Y así como nadie muere si no es olvidado, también los que ayudan a que otros aprendan perviven por siempre jamás. Por eso acabo en la seguridad de que el recuerdo de Josep Campistol y Vila permanecerá vivo en la pediatría y a la medicina catalana.
No es tarea fácil resumir la rica trayectoria vital del doctor Josep Campistol y Vila, académico correspondiente, pediatra ilustre y amigo. Su curriculum muestra ciertamente una vida digna de ser explicada.
Como hombre ofreció una personalidad cordial y intransigente, crítica a veces y revisada, cuando fue necesario. Así escribió: “ a poco poco de acabada la guerra nos apuntamos, como la mayoría, al “Frente de Juventudes”. Habíamos sufrido muchas privaciones y nos habían asesinado a un tío hermano de la madre, de La Bisbal, el tío José. Era muy buena persona y nos quería mucho. Y naturalmente la familia estaba de la parte de los ganadores....pero nos nos fuimos deshinchando del primer fervor y antes de dos años ya lo habíamos dejado correr”.
Como pediatra eficiente, es un buen reflejo de la evolución de nuestra ciencia y de la asistencia del niño, especialmente durante la segunda mitad del Siglo XX, asumiendo tanto la progresiva especialización como la consideración global del niño y la importancia de su salud en el futuro del ser humano, siempre un superviviente de su infancia.
Y mi afirmación inicial no es un sentimiento nacido de nuestra amistad, sino compartido por numerosos colegas. Al poco de su traspaso, en su Girona natal, a los 87 años, me comunicaba Joaquim Ramis, presidente de la Sección de Jubilados del Colegio oficial de Médicos : “ recuerdo con mucho de afecto a Josep Campistol. Era un asistente asiduo a las reuniones de la Sociedad Catalana de Pediatría. Su inquietud, su rigor y dedicación a la pediatría fueron ejemplares. Siempre estaba dispuesto a organizar alguna actividad”.
En efecto, predicaba con el ejemplo la vieja advertencia que la medicina es un estudio que abarca toda la vida y que demanda una actualización continúa. Así, cada jueves asistía a las sesiones clinica, alternando en una larga época, las del servicio de Pediatría del Clìnic con las del hospital Universitario de Montpellier y en un periodo breve con Sant Pau de Barcelona. Todos admiraban su constancia y cómo usaba el mejor método para prestar atención: la toma de apuntes o notas. En las reuniones científicas, sus intervenciones eran actuales, ponderadas y útiles, aportando el criterio de la reciente información bibliográfica, de la experiencia larga y de la asistencia ambulatoria.
Por otro lado, su devoción por la escuela pediátrica de Montpellier era compartida conmigo mismo, que había encontrado en Jean Chaptal mi segundo maestro, mientras él llegaría a ser discípulo, colaborador y amigo de su sucesor Roger Jean.
No sólo compartimos maestros, sino también discípulos, como Josep Cornellá, iniciado en la Escuela Profesional de Pediatría de la Universitat de Barcelona y a quién orientó a la clínica pediátrica, además de organizar juntos el Tercer Congreso de la Sociedad Española de Medicina del Adolescente (1992) y en el año siguiente la Tercera Reunión de la Sociedad Europea de invesigación en pediatría ambulatoria.
Culminaba así de alguna manera su brillante carrera, iniciada como alumno interno en el Clínico (1943), licenciado en Medicina a la Facultad Medicina (1947) y médico interno de pediatría, hasta 1950, para continuar como Puericultor del Estado (1949), doctor en Medicina (1950) y una actividad asistencial incansable, en la Seguridad Social, además de su prestigiosa consulta privada.
Recibió algunas distinciones, aunque no tantas cómo habría merecido, como vocal de la Junta directiva de la Sociedad catalana de pediatría, miembro de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña y Baleares, miembro de Honor de la Sociedad Española de Pediatría extrahospitalaria y de atención primaria y de académico correspondiente de esta Real Institución.
No lo perjudicó vivir mucho. Casi hasta el último día comprobé, en nuestra correspondencia postal, sus preocupaciones referentes al niño y la salud infantil. Pero los afanes del doctor Josep Campistol fueron más lejos, como corresponde a su talante humanista. Conoció como pocos toda su Cataluña del alma, pero también buena parte de España y varios países. En algún viaje, como en el Congreso internacional de pediatría de Viena (1971), comprobé que no era un turista mas sino un verdadero viajero, interesado por la cultura y características de cada lugar y de su gente.
El mismo recuerdan los afortunados miembros, alguno de esta Academia, de la agrupación cultural de los “Romanins” (1977) que él me describía como grupo heterogéneo, disciplinado y simpático o bien los participantes a las reuniones de la Sección de Jubilados del Colegio de Médicos. De acuerdo con su orientación, su trabajo de ingreso a la Real Academia de Medicina de Cataluña versó sobre “Cómo pueden los médicos ocupar el tiempo durante su jubilación”.
Si todo esto es importante, tengo que destacar todavía más su tenacidad docente : junto a las familias, aprovechando la práctica asistencial diaria, en las sociedades cientifiques y en la Universitat Autònoma de Barcelona, donde fue profesor asociado de pediatría en la etapa de Agusti Pérez Soler.
Y así como nadie muere si no es olvidado, también los que ayudan a que otros aprendan perviven por siempre jamás. Por eso acabo en la seguridad de que el recuerdo de Josep Campistol y Vila permanecerá vivo en la pediatría y a la medicina catalana.
Cuando falleció envié a su familia mi pésame con una de las recomendaciones de Don Quijote a Sancho antes de ir a gobernar su Ínsula Barataria: Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible; casarás tus hijos como quieras; títulos tendrán ellos y tus nietos; vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y, en los últimos pasos de la vida, te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos." Así se cumplió en la realidad y como muestra de ello, aparte de tener una esposa maravillosa, sus tres hijos son eminentes médicos: el primero, jefe de Nefrología del Hospital Clínico; el segundo, jefe de Neurología Infantil del Hospital Sant Joan de Déu y, el tercero, destacado odontólogo de Girona.
He querido hacer un pequeño homenaje al Dr. Campistol. Lo que entra en Internet ya no sale de él. A partir de hoy espero que su buen nombre vaya girando por todo el mundo, por los años de los años. Así sea.