Es el título del impresionante relato del pediatra Lluis Comas Masmitja sobre su progresivo deterioro desde andar perfectamente a necesitar la silla de ruedas. Falleció este mes de agosto.
Empieza de una forma parecida a la famosa frase de Moby Dick: "Llamadme Ismael". Él lo hace de una forma igualmente atractiva que invita a seguir la lectura: "Me llamo Lluís, tengo 50 años, nací i [sic] vivo en Barcelona y mi profesión es la de médico pediatra. Trabajo preferentemente en un gran hospital y mi hobby desde hace años es el turismo. ".
A Lluis lo conocí en el Hospital Clínico mientras nos especializábamos en pediatría. Nuestros caminos se separaron - yo me fui al Hospital Sant Joan de Deu y él se quedo en el Clínico- hasta la reunificación de ambos servicios de pediatría. Era una persona entrañable y "català de la ceba" (de ahí el error en el escrito porque él pensaba y escribía en catalán). Su vida fue una constante superación frente a las adversidades que fueron muchas y durísimas. Ante ello su sentido del humor era proverbial de tal manera que, por ejemplo, en sus correos electrónicos para sus amigos firmaba como "el enrodes" (en ruedas en catalán). Lluis fue un ejemplo único de resiliencia. Además, dejó un legado permanente tras convertirse en el mejor experto nacional en el diagnóstico del abuso infantil. Como tenía que acudir frecuentemente a los juzgados para testificar y no entendía la jerga judicial, hizo la carrera de Derecho a distancia mientras trabajaba. Al final los jueces se dieron cuenta de que "lo que decía Comas iba a misa".
Cuando Lluis estaba en casa recopilaba canciones con el ordenador, los clasificaba por temas en cedés con títulos como "junts", "ensemble", "insieme", "country", "rock", "napoli", "inoblidables", y nos los regalaba para que los disfrutáramos con nuestras esposas. Desde luego, la mía no deja de oírlas porque se las he incorporado a su móvil.