Sabemos que una adolescente embarazada puede comportar problemas médicos para ella y para el bebé. Es lo que se llama un embarazo de alto riesgo. Ser una madre muy joven y con pocos estudios es una pesada carga para su futuro personal y profesional. Sin duda, muchas lo han conseguido con un gran apoyo de su familia y su entorno pero otras no se han visto con ánimo para seguir siendo la adopción y no el aborto la solución escogida. Por lo tanto, no me estoy refiriendo a los bebés robados que se dieron por muertos a sus madres. La asociación nacional
sosbebesrobados está dedicada a su búsqueda.
Hasta 1995 el aborto estaba penado por la ley y una manera de evitar riesgos para ambos, en un contexto religioso como el nuestro, era ayudar a la joven madre a controlar el embarazo no deseado y facilitar la vida al bebé. Había instituciones que las ayudaban y cuidaban física y mentalmente durante el embarazo. Tras el parto, el recién nacido era entregado a los adoptantes previa aceptación de la familia y la madre del bebé. No había intercambio económico aunque los adoptantes solían pagar los gastos médicos. Probablemente, no había jurisprudencia suficiente para estos casos que ayudaron a muchas de estas jóvenes a poder desenvolverse en la vida como ha ocurrido recientemente. (Este caso acaba de ser
archivado). Según tengo entendido, tras la entrega de un recién nacido para la adopción han de pasar
30 días entre el nacimiento y la conformidad de los padres donantes (no lo sé en el caso de una adolescente soltera). El tema de los bebés robados han surgido por el lícito deseo de conocer los padres a sus hijos y viceversa tras separarlos al nacer con malas artes.
En los casos de la madre soltera, es más que probable que la única figura biológica a la que pueda reclamar sería la de la madre. El padre puede estar olvidado en los recuerdos de juventud.