Si un niño tiene una conducta problemática en la escuela el problema está en la escuela, si sólo ocurre en casa, el problema está en casa y si ocurre en ambos el problema lo tiene el niño. Esta es una simplificación útil para abordar los problemas del comportamiento. Sabemos que la manida frase: “Podría hacer más en la escuela” no indica nada; ni siquiera un síntoma de alarma. Todos “podríamos hacer más” en nuestro trabajo diario.
Sin embargo, cambios en un niño/joven como aparición de dificultad para enfrentarse a los problemas, situaciones o actividades habituales, alteraciones en los hábitos de dormir y/o comer, quejas de dolores múltiples sin diagnóstico, cambios de humos exagerados, comportamiento agresivo contra los demás o contra sí mismo (autoagresión), problemas con la justicia, abandono de actividades protectoras como el deporte, descenso marcado del rendimiento escolar, ausencias escolares, preocupación excesiva de la imagen corporal, inicio en consumo de drogas y alcohol, robo de dinero u objetos de la casa, pensamientos de “que no sirvo para nada” o no “soy como los demás” entre otros muchas deben alertar de que probablemente necesita una ayuda aunque los padres se nieguen a reconocer y lo consideren un problema “de la edad”.
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