La importancia de los pensamientos es enorme porque se provoca que un círculo vicioso que va girando en un sentido defectuoso. Realiza una mala interpretación de las sensaciones corporales normales, sobretodo de aquellas relacionadas con la ansiedad y el estrés.
Vamos a poner un ejemplo: si estamos cruzando la calle y de repente vemos un coche que se acerca a toda velocidad, nuestro cerebro interpreta dicha situación como peligrosa, con lo cual activará todos los recursos necesarios para que pueda llegar a tiempo a la acera. ¿Cómo? Acelerando la tasa cardíaca, incrementando el ritmo de la respiración, tensando los músculos, entre otros. Cuando lleguemos a la acera y hayamos superado el peligro, probablemente sentiremos: palpitaciones, sudoración, tensión muscular, sensación de ahogo…es decir, los mismos síntomas o parecidos, a los de las crisis. ¿La diferencia? La interpretación que realizamos de los síntomas, y el miedo a que nos lleven a algo malo: infarto, desmayo, etc... En las crisis, como los síntomas no están “justificados” y aparecen sin más, nos asustan y ponen en marcha todo el proceso.
Cuanto más negativamente interpretemos los síntomas, más malestar sentiremos, y más consecuencias negativas tendrán a nivel emocional (inseguridad en uno mismo, aumento de dependencia), y conductual (evitando situaciones por el miedo a que se generen crisis, y necesidad de ir acompañados, etc…).
Por gentileza de Ana Martinez del Centro ITAE.
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