Los padres no están seguros de cómo educar a sus hijos. Muchos tienen miedo a causarles un “trauma psicológico” si “imponen su autoridad”. Ejercer de padres es marcar normas y hacerlas cumplir de acuerdo a la edad del niño. No hay fórmulas mágicas y el sentido común o la opinión de personas sensatas pueden ayudar mucho.
La disciplina no es sinónimo de castigo.
Disciplina es enseñar comportarse de acuerdo en el entorno social del lugar en que se vive. Con frecuencia los niños se portan mal porque no conocen otra manera de actuar o porque no saben pedir lo que realmente quieren o lo que les preocupa. Por tanto, una de las metas de la disciplina es enseñarles una mejor manera de comportarse y de comunicar sus deseos.
La parte más importante de la disciplina es aprovechar el momento en que el niño se está portando bien y hacerle saber lo contentos que están los padres de él. Esto es lo que los expertos denominan “pescarlo o cazarlo en un buen momento” (por ejemplo decirle “Esta mañana te has puesto tú los zapatos, qué listo eres”). Alabarlo a menudo, cuando haga las cosas bien le motivará a querer portarse bien y a buscar la aprobación de los padres. Este sistema llamado “time-in” o tiempo de inclusión (que sería lo opuesto al “time-out” o tiempo de reflexión o de exclusión), consiste en que, de forma frecuente; cada 5 o 10 minutos en los lactantes, cada 15 minutos los preescolares y cada 30 minutos aproximadamente en los niños más mayores hay que intentar encontrar algo que haga bien y darle la “aprobación no verbal” simplemente tocándole la cabeza suavemente o con palmaditas en la espalda durante breves instantes.
Aprovechar momentos tranquilos de reunión familiar para proponer, razonadamente, las reglas de comportamiento. Hay que escuchar las opiniones de los niños pero todavía es más importante hacerles razonar sobre estos puntos:
- porqué son necesarias las reglas
- cómo deberán ser
- cómo evaluarlas
- los tipos de recompensas
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