Podría ser casi el título de una película pero no. Es una anécdota que les cuento y una lección aprendida para el futuro: no interesarse por la esposa cuando esta disfrutando de un viaje con unas amigas. Nunca más llamaré a la mía para saber si todo va bien. Si va mal ya me llamará ella.
Hace poco mi esposa hizo un viaje fugaz, con unas amigas, a ver a otra residente en Lérida. Tomaron el AVE y como pueden comprender no pararon de paliquear y reír. Como una quedó descolgada, una amable señora les ofreció su asiento para que estuvieran juntas. Durante el trayecto, el amante marido de una de ellas..., un servidor, la llamó por teléfono para saber si estaba bien. Estaban tan enfrascadas en sus cosas que, lógicamente, no me hizo ni caso - las cuatro palabrejas de rigor- así que colgué.
Poco después, en mi móvil personal, cuyo número no lo sabe ni dios recibía una llamada con la voz de otra mujer preguntándome quién era porque se había encontrado un teléfono en el asiento del AVE. Enseguida intuí que mi esposa se lo había olvidado. Efectivamente, así era y ya había bajado del tren. Maite, que así se llama la amable señora, vio mi número en la pantalla (luego les explico el truco) y me llamó; a duras penas, por el ruido del tren y porque casi no tenía batería. Decidimos que me lo enviara por correo rápido a cobro revertido cuando llegara a su casa en ¡Córdoba!.Se lo podía haber dado al revisor pero nos dió miedo que ocurriera como cuando pierdes las maletas de avión; la recuperación puede tardar días. Así que llegada a la capital, Maite, se preocupó de contactar con Seur y antes de 24 horas ya lo teníamos en casa. ¡Qué alivio!, ese móvil es al que llaman todos mis pacientes estemos donde estemos los 365 días del año.
The question is: ¿cómo supo Maite mi teléfono? Muy sencillo; el Nokia de mi esposa, yo llevo un Samsung Galaxy S, permite un truco fantástico: escribir una pequeña frase de lectura permanente en la pantalla en la que puse: si me encuentras llama al XXX XXX X51 (mi número privado). Con esta sencilla frase y con la amabililidad de Maite nos hemos quitado días y días de quebraderos de cabeza.
Lección: nunca llames a tu esposa si se va de juerga con las amigas. Mejor todavía, no la llames nunca... (je, je).
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