Sabemos que uno de cada cuatro niños españoles padece sobrepeso u obesidad y esta patología se ha triplicado entre ellos en los últimos veinte años. Además, la obesidad representa aproximadamente el siete por ciento del gasto sanitario español debido a la gran cantidad de trastornos secundarios derivados de ella: cardíovasculares, metabólicos, ortopédicos, respiratorios, emocionales, etc. Una parte del problema radica en el alto consumo calórico (comidas/bebidas) y la otra en el el bajo gasto calórico. Ese famoso desequilibrio, descrito en los manuales mas elementales de contabilidad, en el que las entradas son superiores a las salidas; si fuera un negocio sería estupendo ya que iría viento en popa y si fuera al revés debería cerrarse. En la alimentación, curiosamente, tanto el exceso como la falta de ingresos conducen a la muerte prematura.
Por fortuna se ha dado un paso adelante que no sé hasta que punto se hará efectivo. Para contribuir a que estas cifras de obesidad infantil no sigan creciendo, el Pleno del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud ha aprobado un documento de consenso con recomendaciones sobre la alimentación en los centros escolares. El documento lo ha presentado la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) y es un texto que pretende contribuir a combatir el incremento del sobrepeso y la obesidad entre los más jóvenese estableciendo características nutricionales de los menús por grupos de edad, su contenido energético, la frecuencia de consumo de los diferentes grupos de alimentos y el tamaño de las raciones.
Tengo en marcha un proyecto con la Universidad Ramón Llull (La Salle) para medir el gasto calórico en niños y resolver la segunda parte del problema. Empezaremos a trabajar en ello cuando se inicie el curso académico y confío en que sea un éxito.
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