Los petardos no me gustan nada y la verbena de San Juan menos. Hoy, por suerte, voy a una con amigos de mi edad, veteranos y con barriga cervecera, poco dados a las explosiones y adictos al buen yantar. Cuando hacía guardias en el hospital para estas fechas siempre veíamos a niños y jóvenes lesionados por las explosiones de petardos comerciales o caseros. Amputaciones parciales de los dedos era lo más habítual aunque más de uno había perdido la visión por una quemadura ocular. Desastres con repercusiones de por vida y, hace poco un niño de 10 años ha fallecido tras estallar un petardo dentro lata de refresco que hizo de metralla.
Por suerte, los tiempos han cambiado. Todo el mundo tiene más cuidado pero hay algunos padres que disfrutan más que sus hijos haciendo ruidos ensordecedores. En YouTube se explican una y mil maneras de hacer petardos de bastante potencia pero uno me ha sorprendido especialmente. Un niño, imagino que filmado por algún adulto, nos enseña a hacer un petardo con una botella de plástico, papel de aluminio y aguafuerte. La mezcla de estos dos últimos produce un gas a presión que hace explotar la botella. El aguafuerte ya es muy peligroso de por sí y la explosión puede ser devastadora.
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