¿Llora usted al ver películas? ¿Y al escuchar música?

Yo sí. Muchas personas niegan emocionarse ante imágenes de la pequeña o gran pantalla. No me pasa a menudo pero, en ocasiones, se me saltan las lágrimas y sobretodo con una antigua película, un dramón, titulada "Imitación a la vida". Pero no sólo con algunas películas me emociono sino con la música según mi estado de ánimo. El otro día, por primera vez en mi vida, recurrí a la tecnología que conozco para encontrar una canción. Estaba durmiendo la siesta con la tele puesta y, de pronto, me despertó el sonido de una con un acompañamiento musical original. Me gustó tanto que, con los ojos entreabiertos, me fijé en el título de la película: Thelma y Louise y me volví a dormir.

Una vez despierto empecé la búsqueda por Internet sobre bandas sonoras hasta encontrar el listado de esta película. Tenía 18 temas. Con la paciencia de Job y la ayuda de Spotify las fui recorriendo todas hasta encontrarla: The ballad of Lucy Jordan, interpretada por Marianne Faithfull cuya vida ha sido complicada tras caer en el pozo de las drogas y volver a resurgir.

No soy experto en música ni en arte.  Un cuadro me gusta o no me gusta a primera vista. La primera impresión es tan fuerte que luego me es difícil  apreciar sus cualidades, si no es de mi agrado, aunque me las expliquen con detalle. Me gusta o no me gusta, con eso me basta. Igual me ocurre con las canciones; algunas las he llegado a oír cientos de veces y nunca me cansan. Y, según mi estado de ánimo, hasta se me humedecen los ojos. ¿A usted no le pasa?. No sé si soy un bicho raro.