Según los medios de comunicación el Papa Benedicto XVI el purgatorio no es un lugar del espacio, del universo, "sino un fuego interior, que purifica el alma del pecado".Yo, les confieso que no lo entiendo mucho. Además, reivindica el infierno y entierra el limbo. El temido limbo, localizado entre el cielo y el infierno según una tradición católica surgida en la Edad Media, ya ha desaparecido. El problema es que, una vez abolido ese lugar sin gloria ni tormento, ¿a dónde se supone que van los niños muertos sin bautizar? Una Comisión Teológica Internacional, que reflexiona sobre este enigma desde ayer en el Vaticano, los quiere enviar directamente al paraíso gracias a "la infinita misericordia de Dios". Todo lo que´me enseñaron en los Jesuitas de Sarriá se va desmoronando. Ahora no sé si estoy cometiendo un pecado mortal o venial escribiendo esto y no sé, de veras, si todavía existen las diferencias que aprendí en el colegio:
Pecado Mortal:
La violación de cualquiera de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia en materia grave con plena advertencia y pleno conocimiento. Mata la gracia santificante y destruye la amistad con Dios.
Su consecuencia es la Culpa y la Pena. La Culpa la perdona el sacerdote. La Pena la perdona Dios Jesucristo o las indulgencias.
Pecado Venial:
Pecado menor sin las agravantes del mortal o por no haber sido cometido deliberadamente. No destruye la amistad con Dios y el alma no pierde la gracia santificante.
El pecado venial se perdona por cualquiera de lo siguiente:
- Participar en la Misa con devoción
- Comulgar dignamente
- Oír la palabra de Dios
- Bendición episcopal
- Rezar el Padrenuestro
- Confesión general
- Agua bendita
- Pan bendito
- Golpe de pecho con remordimiento de conciencia
- Hacer todo con sincera devoción
Oséase, que sólo quedan el cielo y el infierno. Espero que éste lo retiren pronto porque les puedo asegurar que cuando hacía Ejercicios Espirituales me aterrorizaron con aquello de que si tenías un pecado mortal en el último segundo de tu vida te ibas al "fuego eterno" y, francamente, no me apetece nada.
2 comentarios:
Teología/1
El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, PIENSO, si merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo, se hará justicia.
Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención, la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno... Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.
Teología/2
El dios de los cristianos, Dios de mi infancia, no hace el amor. Quizás es el único dios que nunca ha hecho el amor, entre todos los dioses de todas las religiones de la historia humana.
Cada vez que lo pienso, siento pena por él. Y entonces le perdono que haya sido mi superpapá castigador, jefe de policía del universo, y pienso que al fin y al cabo Dios también supo ser mi amigo en aquellos viejos tiempos, cuando yo creía en Él y creía que Él creía en mí. Entonces paro la oreja, a la hora de los rumores mágicos, entre la caída del sol y la caída de la noche, y me parece escuchar sus melancólicas confidencias.
Eduardo Galeano.
A mí me enseñaron que uno muere como vive. Vamos, que Dios no está esperando el pecado mortal para que te vayas al infierno.
El infierno, como el cielo, hay que ganárselo a pulso.
Creo que los que creemos en Dios y en la Iglesia gozamos de un momento fabuloso: es muy probable que le sigamos con convencimiento. Tal vez hubo un tiempo en que se seguía a la Iglesia porque era lo único que se enseñaba.
Hoy creer en Dios y en la Iglesia contrasta con el pensamiento de los medios, que es curiosamente el de la mayoría de la gente.
Amo a mi Dios. Un Dios que perdona.
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