miércoles, 24 de octubre de 2007

Vivir en la riqueza, y comer y defecar en la pobreza

Parte 1

¡Caramba, doctor, está usted escatológico! Pues sí. Les voy a hablar de una situación que cada vez es más frecuente y crea en algunos niños trastornos en la regulación de la micción y defecación.
En mi juventud, con una sociedad de recursos escasos y con hábitos de higiene limitados, las necesidades se hacían habitualmente en casa en unos lavabos normalitos y similares a los del cole. Si te ibas a casas de campo, disponías de la "comuna", un orificio en el suelo de una terracita, desde donde las necesidades caían al campo libre para favorecer la agricultura ecológica. Incluso algunos hoteles y fondas solo contaban con un cuarto de baño para todas las habitaciones de la planta.


Gracias a Dios las cosas han cambiado a mejor -excepto que los hombres continúan salpicando fuera de la taza-. En el transcurso de los años creo que desde el punto de vista higiénico hay mucha diferencia entre los lavabos de casa y los de los colegios. Esto lleva a una situación, muy habitual, en la que el niño/a o jóvenes no quieren defecar en el colegio, porque le "da asco, está sucio o huele muy mal". Con el tiempo van perdiendo el reflejo o la sensación de defecar y muchos no saben su ritmo deposicional, por lo que pasan varios días sin hacer sus necesidades. Ello conlleva a un estreñimiento pertinaz, dolor, fisuras, sangrado y miedo a defecar. Así, se convierte en un círculo vicioso: cuanto más estreñimiento, mayores son los dolores y el miedo. Yo también reacciono como estos jovenes cuando voy a algunos lavabos públicos, por ejemplo, el de las autopistas.


Desde luego las mujeres lo tienen peor; si a mí me cuesta hacer "mis cosas" en según que sitios, porque me dan "repelús" por lo sucio y maloliente que está todo, la mujer debe hacer "virguerías" para hacer las dos cosas y le quede el trasero inmaculado.

Parte 2
Hace un tiempo fuimos mi mujer y yo a visitar a mi hijo que tiene la osadía de vivir en China. Algunas de las costumbres higiénicas chinas se parecen a las nuestras de años ha. Por ejemplo, escupen por la calle -costumbre que han prohibido para los Juegos Olímpicos, no vaya a ser que en el estadio te caiga "del cielo" un escupitajo-.


Estábamos en Hong Kong (zona de régimen especial perteneciente a China con una organización y limpieza asombrosas)y hacía un calor pegadizo cuando cogimos el tren para ir a ver a nuestro hijo que vive en Shentzen (China). Convenientemente rehidratado, al llegar a la frontera mi vejiga me alertaba de que pronto necesitaría un "desagüe". Cruzar la frontera fue como pasar de la noche al día. La zona china era el reverso de la hongkonesa. Fui al servicio público consistía en una pared larguísima sin separaciones en la que los miccionantes se apelotonaban y comprimían como piezas de un puzzle. Cuando salía uno, se "encajaba" otro. Los escupitajos sonaban por doquier. El hedor te tumbaba de espaldas. La verdad es que me dio un ataque de "paruresis" y me fui. Llegados a Shentzen ,casi a punto de ponerme un torniquete, pude liberarme con un hondo suspiro y una sensación de felicidad inefable.


Parece mentira que de pequeño, acostumbrado a pasar privaciones higiénicas, soportase perfectamente estas incomodidades y ahora parezco un señorito. Pues sí, lo siento, pero me he vuelto señorito. Precisamente ahora estoy reformando el cuarto de baño de mi casa y un día, si me apetece, les explicaré el váter-bidet atómico que me van a instalar.

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