sábado, 23 de febrero de 2008

"Sé pardillo/a; llega 5 minutos antes"

Durante la adolescencia, se dan pequeños conflictos entre padres e hijos magnificados casi siempre por estos últimos de forma "desgarradora". Principalmente se trata de divergencias relacionadas con la forma de vestir, la paga y muy especialmente con las salidas nocturnas. La mayoría de los jóvenes exigen, al igual que las grandes superficies comerciales, mayor libertad horaria. Los padres, con buen criterio, echan el freno según la edad del hijo "marginado/a". Los vástagos refunfuñan: "Me tienen secuestrado; TODOS mis amigos salen o tienen permiso para llegar a tal hora menos yo".

En sus visitas de revisión, a partir de los 10 años, ya les sugiero a los padres que empleen la estrategia de los "5 minutos antes"; así sus vástagos se ganarán la confianza de sus papás y lograrán salir hasta más tarde cuando sean más mayores. Los "5 minutos antes" consiste en que los adolescentes más que puntuales sean hiperpuntuales. Cuando les dan permiso para llegar más tarde, les sugiero que exijan a sus hijos que lleguen 5 minutitos antes de la hora acordada. De llegar 5 minutos antes o 10 minutos después supone para los papás más estrictos o sufridores pasar de estar satisfechos por la responsabilidad de su hijo a la zozobra de "¿le habrá pasado algo?".

¿Cómo reacciona usted ante una situación como la que muestra la foto de este post?
Sin lugar a dudas, ser puntual es un signo de madurez (aunque hay muchos adultos que ignoran que existen los relojes y se "guían" por la intensidad de la luz solar). Por eso la puntualidad de los hijos da confianza a sus padres, y si "los marginados" van pidiendo llegar más tarde —por ejemplo, un cuarto de hora—, con esta estrategia lo conseguirán más fácilmente que sus "coleguis".

jueves, 21 de febrero de 2008

"Tiene un principio de..."

En muchas ocasiones, para intentar que los padres comprendan un concepto médico y no se asusten, empleamos un lenguaje peculiar. Las palabras como neumonía o meningitis dan escalofríos a los papás. Hace muchos años —parece que esté explicando un cuento—, algunos pediatras barceloneses inducían a los padres a creer que eran unos médicos supersabios —cuando en realidad eran normalitos— para atraer más clientes a su consulta. Incluso por esa época Alberto Sordi protagonizó una película El médico de la mutua en la que mostraba todas las triquiñuelas que empleaba para impresionar al personal.

Cuando tenían ante sí a un niño con un catarrito de medio pelo, estos pediatras pronunciaban la siguiente frase solemne: "Este niño tiene un principio de pulmonía". Por aquella época, la pulmonía era una enfermedad grave, por lo que los padres, acongojados, cumplían a rajatabla el tratamiento que consistía en darle, la mayoría de las veces, una tanda de inyecciones. Confiando en el "sabio", los padres llevaban al niño de nuevo al médico poco tiempo después. Como sucede con la mayoría de catarros, los niños se curaban solos, pero los papás creían a pies juntillas que el pediatra había salvado a su hijo de una neumonía. Estos pediatras se servían de esta misma estrategia en los niños con cefaleas y vómitos por cualquier virus, y sentenciaban: "Tiene un principio de meningitis" y de este modo se iniciaba el mismo patrón de seguimiento que el de la supuesta neumonía. De "principio de meningitis" nada de nada. O se tiene o no se tiene.

Curiosamente, aunque los tiempos han cambiado, para que los padres entiendan que el niño tiene una bronquitis aguda, algunos pediatras dicen con buena fe que "tiene un principio de neumonía" con el ánimo de que la familia no se vaya angustiada con el diagnóstico de neumonía verdadera.

Esto me recuerda, en otro orden de cosas, un famoso episodio que ocurrió en un servicio de urgencias —ya desaparecido— al que yo acudía como asistente para desfogarme mientras estudiaba Medicina. En las urgencias hay que redactar un parte médico muy claro y detallado de lo que se ha observado en el paciente. Un médico novato escribió en un parte: "... y el paciente ingresa casi muerto". El juez lo llamó conminándole a que aclarase el significado de la frase. El médico se defendió: "Pues lo pone bien clarito: no estaba muerto del todo".

miércoles, 20 de febrero de 2008

Para qué estamos los hombres en casa, y mi escúter...

Ayer, saliendo del hospital con mi añosa scooter Honda Bali que me aguanta hasta lo indecible, tuve un accidente de tráfico. Al girar en una esquina, un coche que desaparcaba de forma rápida me cerró el paso. Antes de empotrarme contra él, en una fracción de segundo, decidí tirarme con la moto de lado. Como por arte de magia apareció mucha gente dispuesta a ayudarme. El hecho de haber trabajado durante años en urgencias y cuidados intensivos pediátricos me hizo reaccionar rápidamente. Dije a los que me rodeaban "¡no me toquen!", pero les pedí que me quitaran la moto de encima; me dolía todo pero podía mover manos y pies, y afortunadamente no tenía nada roto. Me ayudaron a levantar mi cuerpo serrano culibajo, paticorto y de barriguita cervecera que decidió subirse otra vez a la sufrida macchina sportiva. La manga de mi chaqueta estaba hecha trizas -todavía hay rebajas- y mi codo y pierna derechos maltrechos. Cuando terminé de trabajar en la consulta, me fui a casa a dormir, aunque me costó lo mío.

No sé si les he contado lo que me decía mi suegro, persona sabia y prudente, al que quería mucho. Una vez me sentenció: "Yo en esta casa estoy y mando para las cosas importantes; pero nunca pasa nada". Unos años después de casarme con su hija yo quería moverme en moto porque circular por Barcelona era y es terrorífico. Mi esposa se plantó: "La moto o yo". Me acordé de las palabras de mi suegro y me dije: esto es importante. Mi respuesta fue peliculera de serial mejicano: "La moto". Bendita decisión, me quedé con mi esposa y con la moto.

Ya no he vuelto a tomar más decisiones. No ha vuelto a ocurrir nada importante.

¡Ah!, me olvidaba de la foto. Los hombres, especialmente algún lector pardillo, sólo se habrán fijado en el pandero de la moza. Malvados, esa foto es para mostrar una infracción: la pasajera no lleva casco.

martes, 19 de febrero de 2008

No hay que ser el primero pero tampoco el último... con las vacunas

En medicina hay que ser prudente y cuando se administran medicamentos aún más. En pediatría, la precaución ha de ser extrema porque se administran medicaciones estudiadas en adultos pero con muy poca experiencia en niños.

Los que me conocen saben que soy partidario de vacunar a los niños pero no de todas las vacunas. Y menos si acaban de aparecer en el mercado. Por esta razón no he recomendado ni tampoco he administrado una sola vacuna contra el rotavirus. Sin saber nada; por sentido común. Una vacuna nueva es una caja de sorpresas y no sabes que efectos tendrá y menos en un bebé de dos meses de edad. Acaba de salir la noticia de que la vacuna contra el rotavirus aumenta el riesgo de muertes por neumonía y otras complicaciones. Mis pacientes pueden estar tranquilos.

Otra vacuna que está en el candelero es la del virus del papiloma humano. Una conocida institución privada de Barcelona famosa por haber conseguido el primer bebé probeta ha enviado una carta a todo quisque registrado en su base de datos en la que recomienda iniciar la vacunación a partir de los 9 años. Poco a poco se van filtrando noticias de estas vacunaciones masivas y poco experimentadas. La campaña publicitaria orquestada para promover la vacunación es apocalítica. Y es que, señores, los laboratorios han de ganarse la vida. Aunque la información que les proporciono no está "contrastada" vale la pena oír todas las opiniones.

Yo pondré estas vacunas con el permiso de los padres y de la joven. Sepan que la "alarma social" que se está creando con estas vacunas también va impulsada por "fuerzas de opinión" que casi obligan a vacunar. El pastel económico es brutal. Cada dosis de vacuna vale 150 € y se necesitan tres por chica...

lunes, 18 de febrero de 2008

"The choking game"; un juego peligroso entre los jóvenes

Cuando yo tenía unos 15 ó 16 años, un chico de nuestro grupo de veraneantes aseguró tener poderes mágicos. Con una sencilla maniobra era capaz de dejarnos inconscientes en unos segundos. Durante ese verano, la repetimos durante varias ocasiones porque era espectacular tanto verlo hacer como experimentarlo: Uno se ponía inclinado hacia adelante en posición erecta y realizaba varias inspiraciones profundas, y otro, por detrás, rodeaba su cuerpo con ambos brazos y le comprimía fuertemente el adomen. Inmediatamente se "dormía" y recuperaba el conocimiento poco tiempo después. Este experimento tan asombroso, que afortunadamente transcurrió sin incidentes, finalizó con el verano. Nunca más me acordé de él hasta que he revisado unos artículos médicos que recogen un tipo de muerte en los adolescentes muy curiosa. Vean este vídeo que ilustra un poco lo que digo.

El "choking game" o juego de la asfixia es muy parecido al que practiqué yo durante aquel verano. En resumen, consiste en alcanzar parcial o completamente la inconsciencia impidiendo la oxigenación del cerebro de forma intencionada. Los dos métodos más empleados para conseguirlo son la estrangulación y la hipocapnia autoinducida.

La estrangulación, que no era el método usado por nosotros, consiste en apretar alrededor del cuello con un cinturón, las manos o los brazos. Con ello se consigue obstruir la arteria carótida y comprimir una zona especial donde están los reguladores de la presión arterial (baroreceptores), lo que provoca una hipotensión, disminución de la frecuencia cardiaca e incluso un paro. Este sistema de perder la conciencia de forma voluntaria es el causante de la mayoría de las muertes por este "juego".

En la hipocapnia autoinducida se respira profunda e intensamente hasta notar sensaciones extrañas. El individuo cierra la boca sin exhalar el aire y otro le comprime el tórax rodeándolo con los brazos y comprimiéndolo hacia la columna. El mecanismo es más complejo; la sangre se vuelve alcalina; algunos la perciben como sensación de euforia. Esta sangre alcalina provoca vasoconstricción en la irrigación cerebral y la posterior pérdida de conciencia.

La mayoría de los participantes se recupera al cabo de pocos segundos, pero tanto en Europa como en Estados Unidos han fallecido un número notable de jóvenes. Cuando juegan, los niños pequeños no deberían imitar los entrangulamientos que ven en las películas, ya que podrían perder la conciencia.

Seguid el mensaje de Obama: ¡Yes we can!

Padres que teméis a vuestros hijos, exclamad conmigo: "Yes we can" —en inglés, "sí, nosotros podemos"—. No, no hace falta ser seguidor de Barack Obama ni acudir a los caucus americanos. Simplemente es un mensaje de autoconvicción para que podáis vencer a vuestro contrincante de una forma democrática, sin cachetín sopena de denuncia por malos tratos. Os describo algunas de las situaciones en las que tenéis que triunfar gritando al unísono con voz estentórea: "Yes we can".
  • quitarle el chupete antes de los dos años
  • darle comida un poco grumosa a partir de los 9 meses
  • permitirle que coma con sus manos a partir de dicha edad
  • no hacerle caso cuando coja una rabieta y se dé golpes contra el suelo, aunque se ponga granate-morado y parezca que vaya a darle un pasmo
  • dejarle llorar por la noche y no cogerlo en brazos si está sano (no especifico edad para que los padres no me den un coscorrón)
  • no permitirle que se escape a vuestra habitación durante el descanso nocturno
  • no montar un circo, espectáculo o bailar sevillanas para que el nene coma
  • sustituir un alimento que no le gusta por otro que le gusta
  • ponerlo a dormir si no quiere cenar
  • darle biberones (leche - agua) con tetina a partir de año
  • no comprarle chuches a la salida de la escuela
  • NO DARLE COMIDA MIENTRAS ESTÁ EN MI CONSULTA (cochinos...)
  • NI SENTARLO SOBRE MI MESA CUANDO TIENE EL CULO AL AIRE
  • no "pegarle" suavemente en la manita si algo hace mal
  • evitar chillarle cuando hace algo mal
  • evitar discusiones de pareja delante del niño (esfuerzo homérico para algunos)
  • no pedirle permiso para hacer algunas actividades (¿vamos a la cama?)
  • ponerle límites al uso de vídeo, tele, messenger y otros "maléficos" aparatos electrónicos
A ver si saben añadir alguna más y ambos padres gritan al unísono "Yes, we can". Lástima que muchos abuelos no entiendan el inglés.

domingo, 17 de febrero de 2008

Pediatras destacados; personas discretas

Hoy les hablaré de pediatría pero de refilón. Ni de enfermedades ni de enfermos. Solo de un pediatra que conozco desde hace años. Gallego de pro, completo, profundo, humanista, amigo de sus amigos y con secretos escondidos como su pintura colorista que hoy les voy a mostrar y pueden ver en su blog. A veces, uno piensa por qué triunfan unos pintores y otros no. Como en muchas cosas de la vida, no sabes si realmente sólo triunfan los buenos o los que tienen un buen marchante, y los malos pasan desapercibidos o su marchante es malo.

Grandes artistas cuyas obras son enormemente valoradas murieron en la pobreza; Van Gogh y Gaudí son claros ejemplos. Personalmente, creo que el gran mérito de Gaudí fue de las personas que creyeron en él y le encargaron sus obras. Que en aquella época se hiciera un edificio de viviendas como la Pedrera es admirable. Yo no hubiera contratado a Gaudí para hacerme una casa. Si viviera ahora o todo el mundo se lo disputaría, o no se comería un rosco.

Muchos personajes son más conocidos por tener una calle a su nombre que por su obra. Qué lástima... aunque por lo menos se les recuerda en una pequeña lápida.