viernes, 25 de junio de 2010

La palabra “accidente” se ha de acompañar de un “por”

A raíz del desgraciado acontecimiento acaecido en la estación de tren de Castelldefels, me gustaría hacer unas consideraciones respecto a un uso, quizás poco aclaratorio, del término “accidente”. De acuerdo con la definición recogida en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), este vocablo significa, entre otras cosas –sólo cito las tres acepciones que vienen al caso-, la cualidad o estado que aparece en algo, sin que sea parte de su esencia o naturaleza; suceso eventual que altera el orden regular de las cosas; y suceso eventual o acción de que, involuntariamente, resulta daño para las personas o las cosas.A pesar de sus varios significados, la noción más usual que se tiene de accidente es aquella que hace alusión al suceso que, provocado por una acción violenta y repentina como consecuencia de un agente externo involuntario, causa una lesión corporal a una persona. Esto explica el hecho de que recurramos de forma casi automática a esta palabra para referirnos a “imprevistos” en la circulación vial o a la lesión de las personas.

Desde el punto de vista de la salud pública, no debería usarse sólo el término accidente sin que se especifique su causa. El significado “puro” de accidente presupone que no se puede hacer nada para prevenirlo (“no se mató de milagro”, “le fue de un pelo”), cuando, en realidad, salvo excepciones, la mayoría de los “accidentes” son evitables. Si se contempla la causa desencadenante del infortunio, inmediatamente podemos empezar a investigar y desarrollar medidas de prevención. Lo acontecido en la citada estación NO ha sido un accidente; la desgracia ocurrió porque los viandantes no usaron los medios de seguridad establecidos para cruzar al otro lado de la vía. Y así pasa en muchos otros casos, por correr demasiado, por no llevar casco, por no hacer los mantenimientos pertinentes, etc. De alguna forma, tendemos a traspasar nuestra responsabilidad a otra persona u objeto sin reconocer que la culpa, en verdad, ha sido nuestra. Dos típicas frases de estos días son: “he aprobado” o “me han suspendido”.

En este mismo sentido, quiero llamar la atención sobre el empleo del término “engordar”, otra palabra usada hasta la saciedad. Culpamos a los alimentos de “que nos engordan”, cuando la causa real del “engorde” somos nosotros mismos, por comerlos en exceso. La cuestión es liberarse de ese sentimiento culpa concediéndole unos atributos “malos” a otro elemento (más o menos calórico) cuando sabemos perfectamente lo que estamos comiendo.

3 comentarios:

rubengp dijo...

Estimado compañero:

No puedo estar más de acuerdo en la reflexión que haces en torno a la necesidad de responsabilizarnos de nuestros actos, desde la más tierna infancia. Quizás sea uno de los motivos por los que muchos pediatras tenemos la sensación de que tras gran parte de los problemas de comportamiento de los niños y niñas que atendemos se esconde una falta de límites, normas o asunción de responsabilidades y consecuencias de sus decisiones (desde las pequeñas a las mayores, a medida que van creciendo).

Sin embargo, me permitirás que matice algunos de los ejemplos lingüísticos que citas, buscando también como fuente a la propia RAE:
Accidente: en la tercera de las acepciones que propones, citas un evento involuntario.
Aprobar: 4. tr. Obtener la calificación de aprobado en una asignatura o examen.
Suspender: 5. tr. Negar la aprobación a un examinando hasta nuevo examen.

Entiendo, así que:
-a pesar de la imprudencia de quienes atravesaron las vías por el camino más fácil, pero menos seguro, el trágico suceso de Casteldefells, es un accidente, en cuanto a su carácter involuntario.
-las expresiones más correctas en relación con los exámenes, según la RAE, son "he aprobado" y "me han suspendido".

Un saludo,

rubengp dijo...

...me dejaba en el tintero el término engordar, del que dice la RAE:

1. tr. Cebar, dar mucho de comer para poner gordo.
2. intr. Ponerse gordo. U. t. c. prnl. U. t. en sent. fig.

En este caso, el lenguaje nos respalda... se engorda a los pollos (cebándolos), pero soy yo quien engorda (aunque fuese correcto decir que me engorda tal alimento, no dejaría de ser cierto que la decisión de comerlo o no, sigue siendo nuestra).

Un nuevo saludo,

Anónimo dijo...

El hecho de que el "accidente" pudiera haberse evitado lo hace aún más trágico... o más absurdo, como quiera mirarse.