Me gustaría conocer su biografía detallada muy especialmente en sus primeros 20 años de edad. Tiene unos pocos años mas que yo. Aprendió a leer y escribir a los 13 años y ahora es, dentro de su sencillez y bonhomía, una autoridad mundial. ¿De qué? Sigan leyendo.
Gracias a la búsqueda en internet he encontrado esta asombrosa historia. Parece casi increíble pero es cierta. ¿Cómo son los genes de estos individuos? ¿Porqué tienen esta resiliencia tan destacada? Sigan este relato del Correo Digital . Colosal.
"Mario es de origen italiano y tiene 71 años. Nació en Verona el 6 de octubre de 1937, casi la misma fecha en que ganó el galardón. Es una casualidad que se repite en su vida. El padre de Capecchi, Luciano, murió en África en la Segunda Guerra Mundial, disparando contra aviones estadounidenses. «O eso creo, oficialmente fue declarado desaparecido», precisaba ayer en la prensa italiana contando sus recuerdos. Su madre, en cambio, era una poetisa de vida bohemia, profesora en la Sorbona e hija de una pintora norteamericana de la Belle Epoque instalada en Florencia y casada con un arqueólogo alemán. Lucy Reinburg era pintoresca y conocida por sus ideas antifascistas. Ya en 1941 la Gestapo llamó a la puerta de su casa. Fue deportada al campo de concentración de Dachau como prisionera política. El pequeño Mario, con cuatro años, se quedó solo y fue a parar a una familia de campesinos tiroleses en Bolzano, en los Alpes italianos de la zona más germánica. Sus padres ya habían acordado con esta familia, pagándoles dinero, que se ocuparan del niño si les pasaba algo.
Mario creció en el campo y aún evoca el olor de las uvas en la vendimia, pero al cabo de un año le dijeron que se había acabado el dinero de sus padres y lo pusieron en la calle. Tenía cinco años. «Estuve vagando por los caminos entre Bolzano y Verona, comiendo lo que podía, con otros grupos de niños. Robábamos para comer, nos daban caza, nos escondíamos en barriles, en establos, siempre huyendo», recuerda. «Sólo pensaba en comer, evitar el peligro y sobrevivir». Así pasó tres años. Un día se puso muy enfermo y, no sabe cómo, se despertó en un hospital de Reggio Emilia. Era 1945. Alguien que lo encontró tirado en la calle lo llevó a una casa de monjas. Tenía tifus y habría muerto sin un médico. Él y otros niños dormían desnudos en colchones, sin sábanas, y su única comida era café y trozos de pan.
El 6 de octubre de 1946, otra vez su cumpleaños, apareció su madre por sorpresa. Liberada por los aliados, llevaba meses buscándole. Enseguida emigraron a EE UU, donde el tío Henry, hermano de ella, era físico en Princeton. Por allí llegó a ver una vez al que había sido otro niño pobre, Albert Einstein. «Lo increíble es que al día siguiente de salir de Ellis Island (el puerto de llegada de los inmigrantes en Nueva York), ya estaba sentado en una clase», se asombraba todavía ayer Capecchi. Vivió en una comunidad cuáquera de Filadelfia y a partir de aquí su historia es la de un chico normal: aprender a leer y escribir, el bachillerato en Nueva York, universidad en Ohio y, luego, Harvard, donde encontró a Jim Watson, padre de la genética moderna. «No sé si la experiencia de mi infancia ha contribuido a mi éxito, o si lo he conseguido a pesar de esa experiencia», razona sin salir de dudas. Su madre murió en 1989 sin superar el trauma de Dachau. Su hijo investiga células madre para combatir enfermedades incurables, sigue luchando por la supervivencia. En Italia, su país de origen, no podría hacerlo. Está prohibido."
Lean lo que resumió el periodista Lluia Amiguet en La Contra de La Vanguardia.
Nobel y mendigo
"Familia desestructurada sin padre y con una madre bohemia que acaba en la cárcel; su hijo con cuatro años mendiga y roba en las calles": podría ser la infancia de Al Capone y, en cambio, es la de uno de los seres más inteligentes y bondadosos que he conocido. Nobel de Medicina, sí, pero créanme que en él no es lo más importante. Su franca sonrisa, su talento, su optimismo y su incapacidad de hablar mal, incluso de los granjeros que yo - más cínico- diría que le abandonaron por dinero, hacen de Capecchi uno de los personajes que han pasado por La Contra que, de paso, han cambiado mi vida. Tras conocerle, me lo pensaré dos veces antes de quejarme de mi mala suerte o de hablar mal de alguien.
Mario creció en el campo y aún evoca el olor de las uvas en la vendimia, pero al cabo de un año le dijeron que se había acabado el dinero de sus padres y lo pusieron en la calle. Tenía cinco años. «Estuve vagando por los caminos entre Bolzano y Verona, comiendo lo que podía, con otros grupos de niños. Robábamos para comer, nos daban caza, nos escondíamos en barriles, en establos, siempre huyendo», recuerda. «Sólo pensaba en comer, evitar el peligro y sobrevivir». Así pasó tres años. Un día se puso muy enfermo y, no sabe cómo, se despertó en un hospital de Reggio Emilia. Era 1945. Alguien que lo encontró tirado en la calle lo llevó a una casa de monjas. Tenía tifus y habría muerto sin un médico. Él y otros niños dormían desnudos en colchones, sin sábanas, y su única comida era café y trozos de pan.
El 6 de octubre de 1946, otra vez su cumpleaños, apareció su madre por sorpresa. Liberada por los aliados, llevaba meses buscándole. Enseguida emigraron a EE UU, donde el tío Henry, hermano de ella, era físico en Princeton. Por allí llegó a ver una vez al que había sido otro niño pobre, Albert Einstein. «Lo increíble es que al día siguiente de salir de Ellis Island (el puerto de llegada de los inmigrantes en Nueva York), ya estaba sentado en una clase», se asombraba todavía ayer Capecchi. Vivió en una comunidad cuáquera de Filadelfia y a partir de aquí su historia es la de un chico normal: aprender a leer y escribir, el bachillerato en Nueva York, universidad en Ohio y, luego, Harvard, donde encontró a Jim Watson, padre de la genética moderna. «No sé si la experiencia de mi infancia ha contribuido a mi éxito, o si lo he conseguido a pesar de esa experiencia», razona sin salir de dudas. Su madre murió en 1989 sin superar el trauma de Dachau. Su hijo investiga células madre para combatir enfermedades incurables, sigue luchando por la supervivencia. En Italia, su país de origen, no podría hacerlo. Está prohibido."
Lean lo que resumió el periodista Lluia Amiguet en La Contra de La Vanguardia.
Nobel y mendigo
"Familia desestructurada sin padre y con una madre bohemia que acaba en la cárcel; su hijo con cuatro años mendiga y roba en las calles": podría ser la infancia de Al Capone y, en cambio, es la de uno de los seres más inteligentes y bondadosos que he conocido. Nobel de Medicina, sí, pero créanme que en él no es lo más importante. Su franca sonrisa, su talento, su optimismo y su incapacidad de hablar mal, incluso de los granjeros que yo - más cínico- diría que le abandonaron por dinero, hacen de Capecchi uno de los personajes que han pasado por La Contra que, de paso, han cambiado mi vida. Tras conocerle, me lo pensaré dos veces antes de quejarme de mi mala suerte o de hablar mal de alguien.
12 comentarios:
Los seres humanos somos mucho más fascinantes de lo que nos creemos, produce un regocijo especial leer estas cosas, si él ha podido ¿cómo no vamos a poder los demás? si tenemos mejores condiciones.
Vaya por delante mi respeto por Mario Capecchi y su trabajo, pero...bueno, hay veces que leer cosas así te pueden hundir en la miseria mas absoluta ¿qué moraleja debemos sacar de un articulo así? No todos tenemos la capacidad para ser "alguien" en la vida.
De hecho ¿hace falta ser "alguien" en la vida? Los fontaneros, los albañiles, los carteros, los tapiceros y los chicos de almacén también son necesarios (incluso para los "alguien"). Si se lee mucho "La Contra" se puede acabar deduciendo que si uno quiere que su hijo "triunfe" lo mejor es dejarlo tirado en la calle o meterlo de botones de un hotel (todos los muy ricos empezaron así ¿no?...)
¿Que conteste a la pregunta?
Creo que lo que mas envidiamos es no tener una buena excusa para no haber triunfado en la vida (según "ese" concepto tan americano de triunfo: en los negocios, en el deporte, en el cine, etc.).
¿Será que lo que mas nos aterroriza es la mediocridad...?
“Ante los nobles no me encojo,
que según dice la ley,
si es de buena sangre el rey,
es de tan buena su piojo”
QUEVEDO
PD: Doc, le pido perdón: mi intención no ha sido la de chafarle el artículo....
pues a mi me ha encantado el articulo
De este ejemplo extraigo dos conclusiones.
La primera, que el ser humano es capaz de exprimir lo mejor de si mismo hasta en las peores circunstancias; nos debería llenar de esperanza esta posibilidad, aún sabiendo que el esfuerzo para los logros no nos los va a evitar nada ni nadie. Es cuestión de proponérselo, de fuerza de voluntad y de tirar de sentido común.
La segunda, que quién ha tenido la sensibilidad de apreciar este relato real como para colgarlo en su blog, debe tener una muy buena predisposición a tomarle el pulso a la vida y ganar sus envites.
Mi enhorabuena.Me ha encantado.
Estimada karen:
Conclusión 1ª: Totalmente de acuerdo si substituimos la frase "el ser humano es capaz de" por "algunas personas son capaces de". No todos podemos ser como Michael Jordan o Einstein por mucho que nos esforcemos.
Conclusión 2ª: Totalmente de acuerdo.
Para anónimo: A mi también me ha gustado. Solo quería decir que para mí ejemplos sencillos como los del Doc (referentes a que alguien como él repitió curso en bachillerato, por ejemplo) son mas cercanos y útiles para padres como yo que grandes personajes de "La Contra" que a veces me parecen
extraterrestres....(tómese con humor, por favor).
Coda: También barajo la posibilidad de que no me haya enterado de nada...
Es Realmente admirable su vida y ser Premio Nobel!!!Felicitaciones Doctor, jamás lo olvidaré.
Aida
hola soy sara mi correo es saraluzc@gmail.com la cosa es que soy chilena y tengo 30 años no conosco a mi papa que se que vivia en venezuela y se llama gonzalo y los mas raro es que mi apellido y el de mi papa es CAPECCHI, Y EN CHILIE CREO SER LA UNICA CON ESE APELLIDO.¿COINCIDENCIA O QUE?
acabo de conocer al Dr Capecchi ayer, en un seminario internacional que se realizo en mi país gracias al Colegio Medico del Perú, quede encantada, fascinada no tengo palabras, es una persona deslumbrante muy distinguida y a la vez muy sencilla, me resulto bastante agradable compartir una conversacion con el unos minutos, yo acabo de terminar la carrera de medicina y el para mi no solo es un ejemplo en el campo profesional sino tambien como persona. Si alguna vez tienen la oportunidad de ir a un seminario de el no duden en asistir, es realmente increible.
¡Cómo me gustaría que filmaran su vida! De cualquier forma, no es que se anime a la gente a ser Einstein sino a superar las dificultades. Yo, en mi modestia, también superé una etapa muy dura y me siento muy satisfecha por ello.
Soy Colombiana, nacida en Cartagena de Indias, y desde hace mucho tiempo vengo pensando que en medio de tanta violencia televisva, donde todo se resuelve con balas, y los heroes son los que logran acabar con la vida de muchos.... hay que cambiar el canal... volver a libros, artículos y películas que nos dejen enseñanzas de vida... la del Doctor Mario Capecchi es para llevarla al cine.
Gracias por publicar esta historia que debería ser un ejemplo de vida para todos los seres humanos, saludos desde la Cd de México
Buscando en la red a cerca de Mario Capecchi, por un correo que me llegó, para saber más de el (y de paso corroborar la certeza del correo, por lo inverosímil de la historia), leo con asombro su vida, y me fascina el personaje. A pesar de lo que subrayan y enfatizan a cerca lo bohemio de la mamá del eminente científico, ella también es un personaje digno de encomio; y habrá que levantarle un monumento, fue capaz de encontrar a su hijo en medio de la vorágine que significo el fin de la segunda guerra mundial. Eso también es una muestra de gran valor y coraje.
Atte. Luis O. Guiot, Xalapa - Veracruz - México.
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