No tenemos muy buena relación. Viene frecuentemente a mi consulta. Es estirado, rígido, no habla y siempre lleva el mismo uniforme. No es que me caiga mal, francamente. Sin embargo, no puedo evitar que sólo verlo me exaspere y ponga de mal humor. Incluso me pongo a la defensiva y si pudiera lo echaría a cajas destempladas, pero no puedo porque, como es lógico, viene acompañado. Y lo curioso es que le gusta a mucha gente, especialmente a los niños. En realidad es muy querido en toda España. Allá cada cual con sus gustos y opiniones. En fin, el motivo de mi aversión es por cómo es el príncipe en sí. Al verlo lo entenderán perfectamente y más aún si han leído una entrada anterior que hace referencia al tema.
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