Cada martes por la mañana, cuando llego al hospital puntualmente a las 7:45, tengo sesión de pesaje. Las dos maravillosas enfermeras (ya hablé de ellas anteriormente) y yo nos pesamos después de sacarnos llaves, móviles, carteras, monedas y otros artilugios. La ropa no nos la quitamos. Aquí "no hay tomate". Una de ellas, nos hunde en la miseria. Hoy es su cumpleaños y por ello quiero felicitarla (feliz, feliz en tu día...... ). Siempre "luce esplendorosa" como decían en las series antiguas de TV. Nunca sube ni baja de peso. Siempre con sus manzanitas (fruta, no piensen mal) arriba y abajo. La otra enfermera, maravillosa también, ya oscila un poco más pero se mantiene bien. Las dos son como dos castañuelas. Vean, vean como me hacer reír.
Yo casi siempre me pongo de mala uva, parezco el Dragón Kan-subo y bajo a unas velocidades de vértigo. Lo malo, como siempre, es que subir cuesta poco (¡qué curioso es al revés que andar!) y bajar, tras ímprobos esfuerzas logras perder unos gramos. En las ITV´s que me hago mi médico personal (soy muy importante) comenta: "hace unos años conocí a un señor-refiriéndose a mí- que pesaba X kilos (unos 10 menos que ahora)". La verdad es que con toda humildad tengo que recurrir a la estupenda frase: "es que no no estoy en el peso ideal, estoy en el peso cómodo" para salirme por la tangente.
En mis charlas siempre explico que los términos engordar y adelgazar los empleamos habitualmente mal. Los niños y jóvenes no hacen más que oír desde su "tierna infancia" estas palabras encajadas en sus respectivas frases: ENGORDADO/ADELGAZADO. Y no es verdad; subimos o bajamos de peso y si nos pasamos mucho engordamos o adelgazamos. Si estas dos palabras estuvieran limitadas probablemente mejoraría mucho la auto-estima de mucha gente.
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