Con mucha frecuencia visito a niños y jóvenes afectados de Síndrome de Down. Son de carácter dulce y colaborador. En ocasiones, son tozudos como una mula. Se ponen "a cuatro patas" y no hay forma humana de examinarlos. Ayer vino a mi consulta uno encantador, divertido y parlanchín. Le tocaba la revisión de los 16 años y su madre me explicó que el joven se tocaba constantemente "sus partes"; parecía tener una erupción pero no se dejaba mirar en casa. Me dirigí a él en tono amistoso y con lenguaje coloquial le comenté la necesidad de revisar el escroto y los testículos. Inmediatamente me respondió: "Oye, que yo no soy gay". Le tranquilicé explicándole que se trataba de un tipo de revisión y que sólo quería averiguar si tenía una infección o una dermatitis. Se resistió un poco pero al final accedió a bajarse un poco los calzoncillos. Al ir a explorar sus genitales, agarró mis manos con una fuerza impresionante y, mirándome fijamente a los ojos, me espetó: "¡Ojo con lo que tocas, recuerda que no soy gay!"
No hay comentarios:
Publicar un comentario