¡Ah! Ya llegan el sol y el calor. Los colores de la naturaleza son más vivos y el día es mucho más largo. Es hora de viajar y tomarse copas al aire libre.
Pasan los días y el calor se va haciendo cada vez más insoportable. Pegajosa y sudada, mucha gente sueña con el aire acondicionado. Los que ya lo tienen -¡alabado sea el Señor!- disfrutan como camellos. Y no digamos si también disponen de él en el coche.
Pero ¡hete aquí! ¿qué ocurre si los papás tienen un bebé o niños pequeños? Pues que la cosa ya está liada. Las mamás, que suelen ser más frioleras que sus maridos, temen que el aire acondicionado pueda ser perjudicial para sus retoños. Las abuelas se suelen poner del lado de las mamás: ¡No se pone el aire acondicionado, porque es malo para el niño! El papá suele soportar el calor durante un tiempo pero, claro, al final explota, porque no puede dormir, suda todo el día, tiene que conducir con las ventanillas del coche subidas y cruzar el desierto de los Monegros a temperaturas estratosféricas. En otras palabras, al papá "me lo ponen" como una moto: Se acaba de comprar un coche -que posiblemente le cuesta muchas mensualidades-, dotado de los últimos adelantos tecnológicos como el climatizador "por zonas" (los fabricantes de coches son listos), y tiene que llevar apagado el sofisticado aparato de aire por si "el nene se resfría".
Vienen a la consulta. Y yo tengo que hacer de juez. A la pregunta: ¿podemos usar el aire acondicionado? cojo el mazo y digo: "sí" y, picando con él, concluyo: "cúmplase la sentencia". El papá se arrodilla besándome las manos, tembloroso y lloroso... Después me dirijo a la mamá y con todo mi cariño le explico, con el padre bien atento, cuándo y cómo debe usarse el aire acondicionado cuando están presentes los niños pequeños. Pero eso ya es otra historia.
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