Pocas cosas se pagan ya al contado. La tarjeta de crédito se ha hecho la reina del dinero sin billetes. Nos ofrecen tarjetas a troche y moche. ¡Qué cómodo es pagar sin necesidad de llevar dinero encima! Pero, ojo, eso comporta un serio peligro para los papás. Se gasta más si se paga con tarjeta que si se hace con dinero contante y sonante. A final de mes llega el "terrible extracto" y uno se da cuenta de la cantidad de pagos que ha realizado sin ni siquiera recordar haberlos hecho.
Bien, pensarán ustedes. ¿Qué tendrá que ver eso con mis hijos o con los demás niños y jóvenes? Pues es bien sencillo: El niño aprende de lo que ve. Y lo que ve es que el papá, la mamá, los abuelitos y muchas personas que les quieren sacan un pedazo de plástico de la cartera, lo meten en una máquina "mágica" o lo entregan en la salida unos grandes almacenes y, o les salen billetes o se llevan lo que quieren.
Esta forma de pago tan cómoda para los adultos, resulta nefasta para los críos, porque perciben que comprar cosas sólo depende de un pequeña tarjeta de plástico. Es decir, los niño/as no ven el esfuerzo, las horas de trabajo, las inquietudes y el estrés que quedan ocultos trás esa "maravillosa tarjeta mágica". Creen que "eso" se lo dan a todo el mundo, sin más, lo que no sólo les incita a no preocuparse por su futuro, sino que no se percatan de que "todo requiere un esfuerzo". Para poder vivir no se le regala nada a nadie. Sólo a los pobres.
Una vez leí una frase que me hizo meditar. Para cualquiera de nosotros "el precio de una cosa es la cantidad de tiempo que has de trabajar para conseguirla". Por eso, el mismo producto puede parecerles barato a unos y caro, a otros.
No duden en "machacar" a sus vástagos que todo requiere un esfuerzo. Es más, muchas cosas no las podrán conseguir cuando quieran, pero eso crea la ilusión de poderlas tener algún día, fruto de su trabajo y esfuerzo.
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