viernes, 19 de febrero de 2010

"Método Marçal": tomar medicamentos sin manos

Marçal es un espabídadísimo niño "sibilante" feliz. Ha tenido crisis de brocoespasmo para dar y vender, ha acudido a urgencias en numerosas ocasiones y ha estado hospitalizado varias veces. Siempre está tan alegre que incluso ingresado y con el suero puesto hace troncharse de risa a las enfermeras o lo tienen que perseguir por los pasillos con el portasueros. Su "órgano" diana - aquella parte del organismo que tiene más facilidad para enfermar- son los bronquios. Por suerte, con el paso del tiempo, ha ido mejorando pero ha desarrollado una capacidad asombrosa para tomar la medicación, ya sea inhalada o por la boca.

El otro día me enseñó un nuevo método de tomar los medicamentos completamente desconocido para mí. Al visitarlo por un episodio febril su padre sacó ibuprofeno y el renacuajo me dijo: "me lo voy a tomar sin manos". "¿Sin manos?" le dije pensando que me estaba toreando, "sí, sí sin manos" ni corto ni perezoso sacó una jeringa de émbolo de goma de una bolsa que llevaba su padre, éste le puso la dosis en la jeringa, el niño se la puso en la boca y, sin aguantarla ni siquiera con los dedos empezó a chupar-aspirar- tragar el ibuprofeno a la velocidad del rayo. El émbolo de la jeringa se incrustó en el final del recorrido y tras sacársela de la boca me espetó: "¿Has visto?, sin manos". Hay dos tipos de jeringas: unas, más baratas aunque seguras con un émbolo de plástico cuyo recorrido es menos suave y, las "buenas", con un émbolo doble de goma siliconada que se desplaza sin hacer fuerza.

Marçal me ha dado dos lecciones: la primera es que no pierde el humor frente a la adversidad (es resiliente) y, la segunda, es que por pequeño que sea un niño tiene recursos e ingenio para desarrollar "técnicas" nuevas.

2 comentarios:

kaizen dijo...

Un "post" muy bonito. Y una palabra muy importante: resilencia.

Me pregunto si vamos a ser capaces de enseñar esto a nuestros hijos.

prima eva dijo...

Qué guay! Lo mejor de todo es reconocer que se hace realidad lo de "a la cama no te irás sin saber una cosa más". No importa quiénes seamos, ni la edad que tengamos: cada día alguien te puede enseñar alguna cosa, y por eso vale la pena vivir.