Muchos papás no saben que su pareja puede tener o tiene una depresión postparto poco después del nacimiento del bebé. Aunque todo haya ido divinamente hasta un 22% de las mujeres la tienen. Si el padre es poco considerado no hará más que empeorar los síntomas. Es curioso que cuando uno tiene una depresión se le dice sin querer: "No te preocupes, eso no es nada ya se te pasará" o peor "si todo te va bien no sé porque estás deprimido". La depresión no se desea se tiene -muchas veces de forma inesperada- y el que está enfermo lo pasa muy mal.
A la mamá con un bebé recién nacido por cesárea y con una depresión postparto se le hace muy cuesta arriba vivir como antes lo hacía. La falta de interés por hacer algo necesario es devastadora y si no tiene ayuda y/o el papá es un "cero a la izquierda" a éste habría que darle un severo correctivo por desconsiderado.
hay un cuestionario, registrado por los laboratorios Pfizer en el 2005, llamado PHQ9P (Patient Health Questionnaire - Cuestionario sobre la Salud del Paciente) que tiene 9 preguntas. Se ha hecho un estudio con él y se ha visto que con la respuesta 2 y 9 son suficientes para saber si tiene una depresión postparto. Este test se puntúa de 0 - 3 y las dos preguntas elegidas son:
- Está decaída, deprimida o sin esperanza
- Piensa que preferiría morir
A esta hora y en lunes estoy un tanto decaído pero con esperanza y ganas de vivir.
2 comentarios:
Lo que se dice depresión-depresión creo que no tuve, pero que lloré durante días incesantemente y que no quería ni moverme de la cama sí es cierto.
Fue un parto muy duro y con complicaciones posteriores.. y al salir días después del hospital y volver a casa, creo que todo se me hizo muy grande. Yo estaba bastante mal y necesitaba ayuda hasta para coger al niño de la cuna... y el niño lloraba sin parar horas y horas y solo se calmaba si lo tenía en mi regazo. Entre la falta se sueño, la falta de fuerzas y lo que me absorbía el niño me vine abajo completamente.
Yo no tuve depresión postparto, la tuve durante el embarazo y fue horrible. A las ganas de tener a mi hijo se unía un tremendo miedo y angustia. Pensé que no era normal. Hablando con mi ginecólogo me dijo que eran más corrientes de lo que, a primera vista, parecía. Lo que sucedía es que estaban peor diagnosticadas porque las mujeres con ese sentimiento no acudían al médico. Afortunadamente, yo sí fui, me pusieron en tratamiento y se fue pasando poquito a poco. Mi hijo nació perfectamente y después de la cesárea yo estaba como unas castañuelas, viendo a mi precioso hijo entre mis brazos. Es lo mejor que me ha pasado en la vida y también en la de mi marido. En aquella ocasión, las hormonas me jugaron una mala pasada. ¡Ay, estas hormonas, qué guerra dan!
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