
A la boda de ayer acudí con sumo gusto. Se casaba la segunda hija, y última, de una de mis Cármenes. He sido su pediatra hasta ahora y en muchas ocasiones me llamaba "tío Santi". Lady Bethleem y Sir George lucían esplendorosos en el monasterio de Sant Cugat. Luego vino la anécdota. El yantar se celebraba en una masía lejana al monasterio. Íbamos dos parejas juntas y el conductor era nada menos que el celebérrimo odontólogo Cavalieri, genio y figura. Nos dejamos los planos en Barcelona y, desesperados, pedimos a uno de los asistentes si podíamos seguirle. Le pregunté al "guía" cuál era su coche y me lo enseñó. No había posibilidad de confundirse: un Ferrari rojo. El problema no era distinguirlo sino seguirlo; nos ayudó el tráfico a frenar su ímpetu. Llegamos sanos y salvos.
Siempre he dicho que las novias están guapísmas el día de la boda. La incógnita del traje da "morbo" al asunto. La verdad es que la entrada de Lady Bethleem y su padre, Sir Ignatius -compañero mío desde el cole hasta ahora- fue emocionante para mí. Me volvió a recordar el discurso que mi abuelo dio en sus Bodas de Oro: "...aquí vemos lo que es la vida, unos vamos hacia el ocaso, nuestra luz se apaga pero otras estrellas se están encendiendo y brillarán en el firmamento".
2 comentarios:
El "Metodo Hannover" es aplicado desde hace tiempo por muchos miembros de mi familia, sobre todo cuando la ceremonia es a las 5 de la tarde en pleno julio y la cena a las 21.
Asi me gusta Santi! que asistieras a TODA la boda. Viste a Belen en la vanguardia el pasado domingo? Marta de Beascoa
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