Era miércoles por la tarde. No tenía ningún compromiso. ¡Tarde libre, no me lo creía!. Mi mujer estaba de compras en Ikea. Había comido con dos amigos el menú de un restaurante curioso; es catalán (La Porxada) pero regentado por chinos) con una comida excelente y luego fui al Hospital Clínico a ver a un amigo del alma que se está recuperando de varias dolencias. Durante el viaje en la moto recibí un mensaje: un primo hermano mío, mucho más joven que yo, estaba en la UCI de ese hospital en estado crítico. Conversé con mi amigo sin comentarle nada para no añadir más tristeza a su vida y me fui a la otra zona del hospital. Llegué pocos minutos antes de su muerte. Esperé un poco, saludo a algún familiar y me fui a casa triste pero no mucho. La vida me ha endurecido tanto que tardo días y días en sentir algo de dolor interno. Después de una noticia como esta no me quedo anonadado sino como si fuera un trámite que hay que pasar.
Ayer asistí al funeral laico. Los funerales y entierros los encuentro patéticos. Por un lado, se nota el dolor y llanto contenido de la familia cercana, desolada por la pérdida de un ser querido y, por el otro, la alegría, el jolgorio, las risas y los abrazos de personas que no se ven nunca excepto en los entierros. "Hemos de quedar algún día para vernos..." dicen muchos y, como siempre, no quedan ni se llaman hasta el siguiente entierro. Al ser laico no estuvo el "cura de guardia" -dicho con el mayor respeto- sino la despedida fue a base de la música que agradaba a mi primo y los parlamentos de algunos asistentes. El más impresionante, el del hermano mayor -mi primo Chani- en tratamiento desde hace tiempo por un cáncer invasivo. Habló con el corazón mientras yo lloraba por dentro. La entereza del primogénito, tocado por una enfermedad grave, nos emocionó a todos.
Yo he dado muchas charlas, clases, conferencias o seminarios delante de todo tipo de oyentes pero jamás me he ofrecido a hablar espontáneamente en un evento emotivo. Sé que mis palabras jamás lograrían convencer a los oyentes de lo que realmente siento por una limitación muy importante que he perdido a lo largo del tiempo: la espontaneidad.
3 comentarios:
Le entiendo perfectamente, también me resultan patéticos muchos comportamientos en los entierros, y supongo que la espontaneidad se pierde necesariamente con los años. Al menos es decente y no quiere transmitir emociones en público, pero muchos que si lo logran ( políticos) hacen un mal uso de esa habilidad
No entiendo... Expresar las emociones en público es "indecente"?
Mi anterior comentario se refería a la respuesta de ana...
Imagino que un médico como usted, que debe haber sido testimonio de muchos casos dramáticos, por fuerza debe endurecerse, cuestión de supervivencia...
En cuanto a la espontaneidad, no sé si es buena tanta represión de las emociones de cara a un correcto comportamiento social. A la larga, ya no necesitamos reprimirlas pues se esconden solas.
En mi familia ha habido una gran incapacidad para expresar algunas emociones como la tristeza y el dolor... Luego "salen" por otros lados.
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