Este verano he vivido unos contrastes sorprendentes. He pasado unos pocos días en el país vecino a pesar de las recomendaciones de nuestro gobierno. Es bueno viajar para aprender.
El primero es que al atravesar la frontera el uso de los teléfonos móviles se reduce de forma drástica. Los franceses usan mucho menos los móviles. Por la calle, en los bares o en las salas de espera la gente no está pendiente de su móvil. Aquí parece que el móvil es una extensión de la mano; en el restaurante se deja encima de la mesa, en la consulta los padres siguen tecleando sin parar, por la calle se ve gente andando enviando mensajes... Si en este país, con la crisis económica, hay tal volumen de movimiento telefónico no quiero ni pensar lo que sería si fuera boyante.
Mañana les explico el segundo.
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