Ayer vino una pareja muy simpática de una población cercana a Barcelona. Su hijo presenta un síntoma muy curioso: tiene miedo a la misa de las 12 de los domingos. No quiere saber nada de ella; llora y se esconde.
¿Cómo es posible?, ¿es ateo tan pequeño?, ¿es un demonio y necesitará a un exorcista?, ¿odia al cura? No, querido Watson, no se trata de un fenómeno relacionado con la religión. Investigando y con la sagacidad que me caracteriza, (¡ejem!) los padres me dieron la pista... y el diagnóstico.
La explicación es muy sencilla: le aterra el sonido de las campanas. ¿Campanas? Sí, las campanas de la iglesia. La familia vive justo al lado del campanario. Por lo visto, es una iglesia preconciliar y el reloj toca las campanas normales día y noche en las horas y los cuartos. Los vecinos deben de estar encantados con el párroco.
Y ¿qué ocurre con la misa dominical de las 12? Pues que en el momento de la consagración, imagino, el párroco ordena poner en marcha todas las campanas en plan "Turbo GTI". Según el susodicho matrimonio, el ruido es ensordecedor. Tiemblan hasta los cimientos de la casa y nuestro pobre "pajarillo" se asusta ante tal estruendo y teme a las campanadas.
¿Qué solución hay, Sherlock? me pregunta el Dr. Watson. Yo le respondo que varias. Una sería comprar un bazuca y dar de lleno en el campanario, pero eso es delito. Otra, secuestrar al cura, pero es algo engorroso; habría que darle de comer y buscarle un escondrijo. También se podrían empapar los badajos con mucha silicona para amortiguar el sonido. Sin embargo, Watson, lo mejor es hacer una terapia de desensibilización al niño. Otro día les explicaré cómo se hace; ahora me voy a fumar una pipa.
¿Cómo es posible?, ¿es ateo tan pequeño?, ¿es un demonio y necesitará a un exorcista?, ¿odia al cura? No, querido Watson, no se trata de un fenómeno relacionado con la religión. Investigando y con la sagacidad que me caracteriza, (¡ejem!) los padres me dieron la pista... y el diagnóstico.
La explicación es muy sencilla: le aterra el sonido de las campanas. ¿Campanas? Sí, las campanas de la iglesia. La familia vive justo al lado del campanario. Por lo visto, es una iglesia preconciliar y el reloj toca las campanas normales día y noche en las horas y los cuartos. Los vecinos deben de estar encantados con el párroco.
Y ¿qué ocurre con la misa dominical de las 12? Pues que en el momento de la consagración, imagino, el párroco ordena poner en marcha todas las campanas en plan "Turbo GTI". Según el susodicho matrimonio, el ruido es ensordecedor. Tiemblan hasta los cimientos de la casa y nuestro pobre "pajarillo" se asusta ante tal estruendo y teme a las campanadas.
¿Qué solución hay, Sherlock? me pregunta el Dr. Watson. Yo le respondo que varias. Una sería comprar un bazuca y dar de lleno en el campanario, pero eso es delito. Otra, secuestrar al cura, pero es algo engorroso; habría que darle de comer y buscarle un escondrijo. También se podrían empapar los badajos con mucha silicona para amortiguar el sonido. Sin embargo, Watson, lo mejor es hacer una terapia de desensibilización al niño. Otro día les explicaré cómo se hace; ahora me voy a fumar una pipa.
4 comentarios:
....expliquelo doctor santi, como se hace "desensebiliza" al niño de los ruidos fuertes? el mio tambien es miedoso tela marinera.....cualquier ruido le da miedo....
Y por qué no consideráis dejar en paz a la criatura....??
Si tiene miedo a los ruidos fuertes a lo mejor hay que sensibilizar a los padres sobre las necesidades de su hijo...
¡Anónimo, pero qué cruel es usted! ¿Propone dejar que el niño sufra tanto todos los domingos del mes, del año, de su vida...? ¿No cree que hay que intervenir y ayudarle en lo posible a superar esa fonofobia?
Díganos, doctor, cuál sería la solución. ¿Vender la casa y buscar un lugar tranquilo, lejos del dichoso campanario?
Un eurito pal nene por cada campanada y ya verán como el niño rie, salta, canta y baila cada vez que las oiga.... mano de santo, oyesss.
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