miércoles, 4 de abril de 2007

Cómo clasifico a los padres que vienen a la consulta

Todos tenemos nuestros días buenos y malos. Eso nadie lo puede remediar. Pero hay días malos que se pueden agudizar hasta la desesperación durante las horas de trabajo. Tengo la suerte de que a mi consulta suele venir gente educada y simpática. Yo me lo paso bien. Pero hay días en los que, como decía mi admirado Tip (de Tip y Coll), "soy un santo varón". ¿Porqué? ¡Ah! Ustedes no saben lo que es aguantar a unos padres "primerizos, añosos e inseguros". Es curioso. A veces, la edad, en vez de dar más aplomo y seguridad genera una ansiedad rayando la locura. Y no depende del nivel social ni de los estudios realizados. Supongo que algunos pierden las neuronas de forma brusca.

Hay tardes placenteras con padres centrados, simpáticos y divertidos. La verdad es que lamento tener que acabar la visita, pero otros esperan. Además, incluso llegan a disculparse ¡porque creen que me dan la lata! Son tan estupendos que les puedo dar toda clase de facilidades, porque sé que nunca "se pasarán de la raya".

Pero otras tardes... pueden ser mortales. Parece que el destino programe este tipo de visitas para el mismo día. Todas dan la sensación de provenir de otro planeta (no deseo incomodarlos): no saben ni entienden nada, repiten preguntas que acaban de hacer o hacen alguna como ésta: "El caldo del niño, ¿cómo se hace: a fuego lento, a fuego medio o a fuego alto?". ¿Sabrían ustedes la respuesta correcta? Otras se presentan con hojas DIN A4 pulcramente escritas a máquina (de uno a dos folios de promedio) con una lista enooooorme de preguntas. Lo malo es que la sacan al final de las visitas y, con cara inocentona, me sueltan: "¿Podemos hacerle cuatro preguntitas?"

Un gran amigo mío, excelente persona, bruto, divertido y sincero es capaz de decir a sus pacientes: "Señora, cuando la veo a usted ¡orino sangre!". Yo no me atrevo a tanto, pero me encantaría poderlo decir. La razón es bien sencilla: él es guapo y atractivo, y tiene un encanto que arrebata a las mujeres. Y le contestan sonriendo: "Ay, doctor, que cosas me dice...". Yo soy resultón, pero estoy en la "edad invisible"; miro a las mujeres y ninguna me mira a mí.

Uno de los más insignes ginecólogos de mi ciudad ponía unas letras misteriosas en la cabecera del historial clínico de algunas de sus pacientes: LST. ¿Qué significaban? Otro día se lo explico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dr. Santi: Felicidades por este fántastico Blog!!

Si por las mañanas estás en San Juan de Dios, de 3 a 10 de la noche aguantas a los padres de tus pacientes y encima puedes hacer este divertido y didáctico Blog "entiendo que colecciones relojes con esferas de 24 horas".

Anónimo dijo...

JA JA JA!!!BUENISIMO.
TODO UN TRATADO DE PERFILES PSICOLOGICOS DE PAPIS I MAMIS.

EN EL MINUTO QUE LE DEBE QUEDAR LIBRE AL DIA PODRIA APROVECHAR Y ESCRIBIR UN LIBRO.

A UNA FRASE POR DIA EN EL 2020 TE DAN NO EL CERVANTES QUE YA HABRAS OBTENIDO ANTES , SINO EL NOBEL.