
El perfeccionismo es un rasgo de personalidad que aparece gracias a la interacción de tres aspectos: un gran deseo de mejora, un afán por alcanzar metas excesivamente elevadas, y por una importante preocupación por lo que los demás piensen de uno mismo. La persona perfeccionista suele ser muy crítica consigo misma y nunca se siente satisfecha del todo. Se concentra en todos los aspectos en los que falla, pero no en aquello que logra. Así mismo, tiende a experimentar toda tarea como una prueba que reflejará su competencia y valía ante sí mismo o los demás, por tanto, no es sorprendente que, en ocasiones, tenga una baja autoestima; la más pequeña crítica negativa será una evidencia de “lo poco que vale” y de lo lejos que está de alcanzar la perfección.
El perfeccionismo está presente en la mayoría de personas que padecen síntomas de ansiedad y estrés, actuando como factor de predisposición para estos problemas. La persona perfeccionista realiza cada tarea personalmente, le es difícil delegar, y nunca consideran que aquello que han hecho está suficientemente bien, siempre le falta algún detalle.
Este alto nivel de autoexigencia supone una presión constante en la vida. Ello, junto a otros factores de personalidad (hiper-responsabilidad, necesidad de control, baja autoestima, etc.) y eventos vitales (cambios de rutina, presión, discusiones, etc.), se convierte en un excelente caldo de cultivo para desarrollar ansiedad, estrés o estados de ánimos deprimidos.
Si alguno de sus hijos son perfeccionistas, lo están pasando mal; vale la pena consultar con Ana Martinez del Centro ITAE.
1 comentario:
Parece que ser perfeccionista está muy bien visto, pero realmente hay que vigilar al niño y las exigencias de los padres que en algunas ocasiones son excesivas. Un buen toque de atención.
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