Ayer por la tarde paseamos un rato por el puerto de Palamós. En la zona en donde estaban atracados los pesqueros había una feria y nos llamó la atención una caseta de tiro. Hacía años que no practicaba. Es divertido recordar viejos tiempos de la infancia. Cargar la escopeta de aire comprimido con los balines era como retroceder a mis vivencias en Montblanc cuando se celebraba la Fiesta Mayor.
No quería hablar de mis disparos -acerté todos- sino de la encargada de la caseta de tiro. Me fijé en ella nada más llegar. Estaba recostada sobre un extremo del mostrador subrayando con un rotulador unas hojas con texto impreso de ordenador. Cuando algún cliente deseaba disparar, dejaba el rotulador sobre el papel, le atendía, volvía inmediatamente a su rincón y volvía a blandir el rotulador para señalar lo que más le interesaba.
Me picó la curiosidad. Me costaba creer que estuviera estudiando entre el estruendo de la música, los disparos y las interrupciones continuas. Antes de volver a tomar su rotulador le pregunté si estaba estudiando y me contestó que sí; tenía que aprovechar todos los ratos "libres" para mejorar su formación. Le deseé mucha suerte y me marché pensativo... con jóvenes como ella conseguiremos barrer a los inútiles en el futuro.
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