sábado, 27 de diciembre de 2008

Ya le di el Silestone

Sí, sí no se rían. La mamá que me lo dijo es de las más espabiladas, simpáticas y es una alegría compartir un rato con ella y su marido. Uno de los problemas más complejos de la medicina en general y de la pediatría en particular es la prescripción de medicamentos. Como estos días no tienen nada que hacer les aconsejo un garbeo por el vademecum de medicamentos español e intenten memorizar alguno de los que usan habitualmente. Les aseguro que es un método muy superior al Brain Training de Nintendo. La cantidad es inmensa y los nombres difíciles de recordar. Si entran en una parafarmacia entonces ya es la repera. Cientos de productos para la piel que no sirven para nada - me paso, quizás alguno- buscando la eterna juventud. Sin ir más lejos la casa L´Oreal, aparte de los desvaríos amorosos y económicos de su dueña, acaba de retirar un producto por reacciones cutáneas.

Siguiendo el hilo del Silestone, líder mundial en superficies de cuarzo, la mamá se confundió con otro medicamento que yo le había recetado llamado Estilsona, un antiinflamatorio cortoideo. Confundir nombres, dosis y principios activos les ocurre a muchos médicos, enfermeras y pacientes. La informática tendrá un papel relevante en evitar errores.

Ahora en broma les voy a contar la anécdota de uno de los médicos más destacados que han pasado por el hospital y ya ha entrado en la edad del júbilo. Este galeno tenía la rara cualidad de cambiar las palabras por otras muy similares, por ejemplo: fué a Nueva York y alquiló una "muselina" en vez de una limusina, en ocasiones paraba el coche en el "arancel" en vez del arcén y, finalmente tuvo, en ocasiones, sobre su cabeza la espada de "Demóstenes" en vez que la de Damocles.

Yo me equivoco también y estoy seguro que la mamá del Silestone se reirá conmigo porque tiene un sentido del humor genial.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajaja, me gustaría saber que opinión tiene Freud al respecto!! la mama debía tener la cabeza en otro sitio muuuy distinto...

Anónimo dijo...

A cuenta de lo que cuenta, recuerdo que en mi familia fue frecuente y divertida una anécdota con cambio de palabras incluida. Todos nos reíamos porque hace más de 20 años iban a jubilar a mi tio anticipadamente y él no quería. Cierto día mi tia se confundió y soltó tan campante que su marido se iba a "julibar"; tanta gracia nos hizo a toda la familia que durante muchísimo tiempo nos costó trabajo decir jubilar y se nos escapaba constantemente el dichoso "julibar"; era realmente difícil decir bien la palabra.