Estambul (Turquía). Son las 19:30 h. y la noche es cerrada. Después de llegar desde Barcelona al hotel Barceló Saray no sabemos donde echar de comer al cuerpo. Los recepcionistas no nos ayudan en nada. Al salir de la recepción y en un bar adosado, un personaje elegante, bigotudo y bien vestido nos oye hablar y se nos acerca: ¿españoles? Sí, por supuesto. Le explicamos nuestro dilema y en un español perfecto asegura, amablemente, que nos llevará a un restaurante cuya comida es excelente y a buen precio. Le damos las gracias pero insiste en acompañarnos: "Soy un hombre de negocios de paso por aquí ya he cenado y me sobra tiempo". Efectivamente nos acompaña a un restaurante en que los camareros parecen hablar todos los idiomas además del turco. El señor Ibrahim repite que no cenará porque ya lo ha hecho pero nos acompañará toda la cena y luego nos llevará al hotel de nuevo ya que también se aloja allí.
Nos explica una historia sumamente coherente. Lleva muchos años viviendo en Gran Canaria como constructor pero la crisis le ha llevado a Turquía, país con mucho dinero, para montar una inmobiliaria. Conocía la historia de España perfectamente desde Franco hasta ZP y su modales eran de gentelman. Insistimos y se apuntó a la cena comiendo lo mismo que nosotros. Sus relatos eran muy interesantes pero un pelín faroleros ya que al día siguiente tenía una reunión de negocios para traer oro desde Freetown a Turquía. Tras la cena, un poco mosqueados hicimos un plan para "deshacernos" de Ibrahim. Unos creían en lo que decía -entre ellos yo- y otros pensaban que era un comisionista para cazar turistas y llevarlos al huerto.
A la mañana siguiente en el desayuno-bufé del hotel, Ibrahim estaba desayunando solo. Nos vino a saludar y con buenas maneras nos desembarazamos de él al tener nuestros planes previstos. Estábamos intrigados ¿quién era en realidad Ibrahim? En los días siguientes nos lo cruzamos varias veces en el desayuno o por la recepción y una mañana, por sorpresa, regaló una caja de bombones a una de nuestras esposas. Jolín, que raro. Seguimos intentando que no se nos acerque. El día final, en el desayuno, estaba como un clavo. Una de nuestras acompañantes salió a la terraza a fumar un cigarrillo e Ibrahim hizo lo mismo. Le pidió un cigarrillo a ella pero se los había dejado en nuestra mesa. Ni corto ni perezoso vino a pedir uno. Una vez finalizada la "fumata" por los dos, Ibrahim la despidió con dos besos y vino a desearnos un buen viaje de vuelta.
Ibrahim ¿quién eras? Nunca lo sabremos.
A la mañana siguiente en el desayuno-bufé del hotel, Ibrahim estaba desayunando solo. Nos vino a saludar y con buenas maneras nos desembarazamos de él al tener nuestros planes previstos. Estábamos intrigados ¿quién era en realidad Ibrahim? En los días siguientes nos lo cruzamos varias veces en el desayuno o por la recepción y una mañana, por sorpresa, regaló una caja de bombones a una de nuestras esposas. Jolín, que raro. Seguimos intentando que no se nos acerque. El día final, en el desayuno, estaba como un clavo. Una de nuestras acompañantes salió a la terraza a fumar un cigarrillo e Ibrahim hizo lo mismo. Le pidió un cigarrillo a ella pero se los había dejado en nuestra mesa. Ni corto ni perezoso vino a pedir uno. Una vez finalizada la "fumata" por los dos, Ibrahim la despidió con dos besos y vino a desearnos un buen viaje de vuelta.
Ibrahim ¿quién eras? Nunca lo sabremos.
2 comentarios:
Es una historia desagradable o más bien con final agridulce.
Yo hubiera hecho lo mismo, incluso es posible que ni siquiera hubiera insistido para cenar con él el primer día, pero quien sabe, por nuestra desconfianza occidental , igual hemos perdido la amistad de una persona entrañable.
Un saludo.
Sinceramente creo que el misterioso Ibraihm no era solamente galanteria lo que queria pues sinceramente creo que en alguna encerrona les queria meter.A nosotros nos paso algo similar en Budapest en el año 92,y por suerte nos libramos de los misteriosos gentelmans.fins aviat Santi.
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