Ya se empieza a notar nerviosismo. En unos por la alegría de reunirse con los suyos y en otros por el estrés que les espera. Es el no parar. ¿Se acaba el mundo? Eso parece. A mi estas fiestas me cansan. Es verdad que mis hijos se han hecho mayores. No niego que cuando tan pequeños las disfrutaba un poco pero ahora. Saben que en Catalunya se celebran tres fiestas que son la delicia para los niños por la miríada de regalos que reciben para los niños. La tradición catalana del "tió", Papá Noel y los Reyes Magos de Oriente. Ahí es nada. Pero hay que comer...y mucho.
¿A quién le toca hacer la cena este año? A los agraciados con esta lotería han de trabajar como enanos para que la comida/cena quede bien, sea opípara y para muchos comensales. El trabajo de horas de compra de "materiales", su preparación y la disposición de una mesa que quede bien quedan "fundidos" en dos o tres horas. Los comensales salen con la tripa a reventar, los niños con los juguetes y los que se quedan en casa...ven un paisaje desolador. Hay que recoger todo lo que los demás se han zampado a medias y toda parafernalia de la mesa. Mientras los comensales salen contentos como unas pascuas con un barrigón a reventar- y aveces criticando "no ha estado mal pero faltaba..., no tenían... "- los sufridos anfitriones tienen que recogerlo todo, tirar partes de la vajilla que se ha roto, guardar las "sobras" para no tener que cocinar en los días siguientes.
Comprar regalos es otro deporte "divertido". Las tiendas están a reventar, los precios han subido, escoger un regalo que no sabes si al otro le gustará o no, comprar juguetes para los hijos pero alguno más para los primos, los primos de los primos, abuelos, tíos, padrinos, el hijo del vecino... Una carrera loca que algunos, quizás un poco "raros" como yo, dan por terminada con satisfacción el día 7 de Enero.
Es curioso, en estos días de Paz, parece que el mundo se acabe. Y no, luego viene la cuesta de Enero en ocasiones muy empinada...
Comprar regalos es otro deporte "divertido". Las tiendas están a reventar, los precios han subido, escoger un regalo que no sabes si al otro le gustará o no, comprar juguetes para los hijos pero alguno más para los primos, los primos de los primos, abuelos, tíos, padrinos, el hijo del vecino... Una carrera loca que algunos, quizás un poco "raros" como yo, dan por terminada con satisfacción el día 7 de Enero.
Es curioso, en estos días de Paz, parece que el mundo se acabe. Y no, luego viene la cuesta de Enero en ocasiones muy empinada...
1 comentario:
Querido doctor Grato-Apolíneo (un par de piropos para su ego inasaciable),
deduzco leyendo entre líneas que para usted, lo más gratificante de las fiestas navideñas es el yantar, la manduca, el condumio o, como dicen en mi pueblo, el pistraque. No se porqué, pero no me lo imagino arrimando el hombro en los pucheros; más bien, me viene la imagen a la cabeza de que se siente en la mesa, se enfunda la servilleta al cuello.. ¡y maricón el último!
No se lo tome a mal; y ni de lejos piense que el estoy tachando de zampatortas o discípulo de Pantagruel. Pero yo reconozco a un aficcionado a las francachelas a kilómetros de distáncia, quizás porque a mí también me va "hacer penitencia".
Ahora bien, las múltiples y copiosas comidas de Navidad más que placer causan hartazgo... y desajustes en la salud. Acidez de estómago, palpitaciones, sensación de vomitar, hipertensión. Ya sabe lo que dice el sabio refranero: "De grandes cenas están las sepulturas llenas"
Y si me permite, aplíquese este otro, que le veo algo remolón en la "puesta en escena": "Quien se sienta a mesa puesta no sabe lo que comer cuesta".
Por último, no se olvide que dentro de usted habita un alma infantil. Déjela salir y disfrute con sus seres queridos de la magia navideña, que impregna hasta los políticamente aconfesionales.
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