
En la última visita vinieron dos hermanas adolescentes (la tercera estaba fuera) para una revisión médica y ponerles una vacuna. Tengo un método especial para que el pinchazo y la inyección sean lo menos dolorosos posibles. Un día se lo explicaré. Venían con su madre y eran la monda lironda de simpáticas y agraciadas. La más joven, con un cuerpazo de miedo, me insistía en que tenía unas pantorrillas horribles y un culo con "cartucheras enormes". Entre ellas se compinchaban y era divertidísimo.
Las chicas maduran mucho antes que los chicos. Por eso, en la actualidad copan los primeros puestos de todas las carreras y empleos sin fuerza física. Los hombres somos unos zoquetes y durante la adolescencia más.
En el "frontispicio" de mi página web - humilde donde las haya- he puesto mi lema: "Cuidando de dos generaciones". Es cierto. Ya visito a los hij@s de padres que vi nacer. Lo que ocurre es que el cambio físico es brutal; yo menguo lastimosamente pero cuando veo a algunas de ellas ¡Dios mío, que cambio!. Una vez estaba en una boda y llamaron a los testigos. Entre ellos subió una chica rubia, alta, elegante, espectacular. Todo el mundo se fijó en ella ¿Quién sería semejante monumento? Ya en el banquete, con la mayoría de asistentes sentados, ella se levantó y cruzó todo el salón. Todos los rabillos del ojo la seguían disimuladamente. Se acercó a mi y me plantó dos besos diciendo: "Hola, Santi, ¿no me conoces?" Balbuceé lo que pude. "Tú eres mi pediatra". ¡Toma!. Nunca hubiera imaginado -ni recordaba- haber tenido entre mis manos semejante hermosura.
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